Los venezolanos decidimos exigir, tomar la iniciativa, demostrarle a ese poder tan mal llevado, que si no cumplen con los deberes para los cuales están allí, nosotros no vamos a ser cómplices ni sumisos, y nos vamos a hacer sentir
La impactante épica ciudadana del pasado domingo, sin duda le dio la vuelta a la página en la historia de Venezuela. Hay que haber escogido conscientemente la ceguera como forma de vida para negarlo.
Ante la reiterada negativa de quienes hoy administran el país a escuchar a la gente, ante la desesperación legítima de las necesidades no satisfechas, ante la ruptura de los canales de diálogo, ante la descalificación de las urgencias, el pueblo decidió gritar. Y el grito se escuchó en el mundo entero. No por nada, el conglomerado de medios internacional BBC tituló la información como «El grito que dio Venezuela».
Los venezolanos decidimos exigir, tomar la iniciativa, demostrarle a ese poder tan mal llevado, que si no cumplen con los deberes para los cuales están allí, nosotros no vamos a ser cómplices ni sumisos, y nos vamos a hacer sentir. Nos hicimos sentir.
Bien debería sacar la actual administración –y cualquier gobierno del mundo- una lección que se ha repetido reiteradamente y hasta el cansancio en la historia universal. Cuando un país es acorralado, arrinconado, puesto contra la pared, cuando se cercenan derechos, cuando el instrumento de comunicación es la burla y la humillación, la expresión popular abre un nuevo cauce. Y eso fue lo que sucedió en nuestra nación.
Todos a una, como en la clásica obra teatral Fuenteovejuna, creamos una nueva vía de expresión popular. Un torrente caudaloso de voluntades, que se expresó en todas partes del planeta, porque los venezolanos que han partido al exilio, presionados por la agobiante situación nacional, fueron una expresión multitudinaria que hizo noticia en el mundo entero.
Y quizá fueron el elemento más resaltante en la opinión pública internacional, que se pregunta por qué si la autodenominada revolución es tan exitosa como dice ser, tantos han optado por buscar un destino mejor lejos de su tierra.
Ya está dicho, pero no está demás recalcarlo: la consulta popular de este pasado domingo, sí es vinculante.
Y no hay más que ir a la Constitución Nacional y revisar ese artículo 70, sobre el cual propios y extraños, de cualquier color político, han tenido el ojo puesto en los últimos días.
Dicho artículo establece entre los medios de participación y protagonismo del pueblo en ejercicio de su soberanía, en lo político, a la consulta popular, afirmando que sus decisiones serán de carácter vinculante. Y agrega que “La ley establecerá las condiciones para el efectivo funcionamiento de los medios de participación previstos en este artículo”.
Dicho está, y en letra constitucional. La consulta popular existe, es vinculante y los funcionarios encargados de impartir la ley en nuestro país tienen el mandato de ocuparse de asegurar las condiciones para el efectivo funcionamiento de dichos medios de participación.
Desoír a más de siete millones de voluntades nos refrenda lo que sabemos desde hace rato: este gobierno no escucha a nadie. Está en el poder por otros apetitos, por otros intereses, porque tiene una agenda propia ajena al bien nacional.
Pero no está allí por el servicio, por una palabra que no entiende y que se le escapa, que debe ser el norte de todo funcionario público y que, en el manual de estilo oficialista es ignorada olímpicamente; para ser sustituida por otras tareas, que son una traición al mandato popular que recibieron, al cual no han honrado y que hoy, moral y legalmente, ya perdieron.
El nudo en el cual se encuentra atascado el régimen actual, parte del hecho de que todo el marco constitucional vigente y sus leyes derivadas, fueron concebidos en una ola de popularidad que ocurrió hace ya casi dos décadas y que se extinguió hace rato, a punta de hacer mal el trabajo.
Ahora, cuando los instrumentos que estaban creados para jugar siempre a su favor están trabajando en su contra, quieren cambiarlos. Es aquí donde radica la absoluta falta de espíritu democrático.
Es por eso que se nos confisca el referendo revocatorio presidencial que ha debido ocurrir en 2016, y es por eso que la presión comienza a aumentar a niveles exponenciales en nuestra sociedad.
Las alarmas democráticas del venezolano se encendieron al faltar una consulta de obligatorio cumplimiento, máxime cuando la nación se ahoga en problemas, ante la apatía de quienes deberían resolverlos.
Por si fuera poco, como la Constitución ya no nos sirve, vamos a inventarnos una nueva. Pero ni siquiera bajo los preceptos que establece la actual, que vio la luz bajo el mandato de quien se supone es el líder supremo para los gobernantes actuales. No, hay que hacerlo de otra manera, porque no nos acomoda a nuestros planes.
Todo este juego antidemocrático es el detonante de la indignación ciudadana que salió a manifestarse el domingo 16. El balón quedó del lado del gobierno.