Pasando por encima de toda legalidad y de toda sensatez política, el gobierno decidió hacer la Constituyente. No solo despreció la opinión contraria de una enorme mayoría del país (en todas las encuestas realizadas en las últimas semanas el porcentaje de rechazo osciló entre el 70 al 80 % ) sino que dejó a un lado las críticas y peticiones de retirarla de la mayor parte de los países de la región, así como de estados y entes de gran peso en las relaciones internacionales, además de mantener –algunos de ellos- históricamente una gravitación importante en nuestras relaciones (caso Estados Unidos, España, Francia y la Unión Europea).
Dentro de las muchas interrogantes que se abren a partir de este momento, una de ellas se refiere a la capacidad que tendrá la comunidad regional e internacional de presionar eficazmente contra las acciones de la Constituyente ya en funciones, la cual previsiblemente se dirigirá a establecer un modelo constitucional y de Estado muy parecido al cubano, con fórmulas que ya estaban planteadas en el modelo de reforma constitucional presentado por Chávez en el 2007, que fue rechazado en un referéndum revocatorio.
La alarma de la comunidad interamericana e internacional por el giro dictatorial del régimen de Maduro tiene razones más que fundadas. Pese a que desde el derrumbe del bloque soviético en los 90, los Estados Unidos se convirtieron en la única verdadera superpotencia del mundo, éste se ha vuelto más inestable y convulso. Después de la coexistencia pacífica que siguió al período de la guerra fría, han aparecido factores variados -como el religioso, el étnico y los particularismos de diverso tipo- que han producido sucesivas fisuras en el orden internacional. No en balde, en las últimas dos décadas en África y Asia se han desarrollado procesos de escisión nacional, que han culminado en algunos casos con la desintegración de los estados; así como largos conflictos y guerras civiles, con sus respectivas secuelas de desestabilización regional e internacional. El continente americano, en cambio, se había convertido en una especie de oasis a partir de los 80 y 90, gracias a la progresiva democratización de casi todos los países de la región.
Todo esto cambia con el giro autoritario que se está produciendo en nuestro país. El potencial desestabilizador y disonante sobre todo el continente de una Venezuela de carácter dictatorial es incalculable. De hecho, es conocido como en la última década y media Chávez produjo un impacto significativo en la geopolítica regional, cambiando la dinámica de los organismos interamericanos como la OEA, y favoreciendo, en general, la presencia de regímenes personalistas como el presidido por él, que transitaban entre la democracia y un incipiente autoritarismo. Pero Maduro, como se dice, ha cruzado la línea roja de alarma, pues está representando en plenitud el regreso de los regímenes dictatoriales a la región, cuando ya se creían superados. Todo indica que en las próximas semanas y meses vendrá una dura batalla por la defensa del orden democrático y el estado de derecho, que no será ajena a ninguna nación de nuestro continente ni a los gobiernos republicanos del orbe.
Fidel Canelón F
Profesor de la Escuela de Estudios Internacionales. FACES-UCV