Hace temporada un melodrama de Gustavo Ott en la sala del grupo Textotetro, en San Martín.
Escribir sobre el exilio cuando eres exiliado no es nada fácil y menos cuando se hace por primera vez, aunque todavía la predica del profesor de filosofía me retumba en la cabeza, por aquello de que toda la humanidad esta exiliada en este planeta y aún sigue sin encontrar su origen y su destino.
Hay exilios por convicciones políticas, violencia, persecución política, represión, depresiones existenciales y la curiosidad por conocer cosas nuevas, etcétera, tras asumir esa decisión del exilio o destierro. En síntesis, las razones que empujan a los intelectuales, o a los seres humanos en general, al exilio resultan diversas. Tan diversas como las historias que son frutos de esas experiencias.
Pero, ¿en qué consiste exactamente el exilio?, como lo advierte la página web IberLibros en una extensa nota sobre exilio cultural para referirse al exilio impuesto, en particular, por la situación en que se encuentra la producción del libro y la acogida por el público lector o, en este caso que nos interesa, las piezas teatrales venezolanas y la respuesta de la audiencia de la comarca. “La literatura en el exilio conlleva un doble sentido: en sentido estricto, es la literatura de los autores que tratan en sus obras el tema del exilio; en un sentido más amplio, es toda la literatura escrita por los autores desterrados”.
En palabras de Julio Cortázar, según cita IberLibros «el escritor exiliado es alguien que se sabe despojado de todo lo suyo, muchas veces de una familia y en el mejor de los casos de una manera y un ritmo de vivir, un perfume del aire y un color del cielo, una costumbre de casas y de calles y de bibliotecas y de perros y de cafés con amigos y de periódicos y de músicas y de caminatas por la ciudad. El exilio es la cesación del contacto de un follaje y de una raigambre con el aire y la tierra connaturales; es como el brusco final de un amor, es como una muerte inconcebiblemente horrible porque es una muerte que se sigue viviendo conscientemente».
IberLibros se ha centrado en ese ensayo monográfico en la literatura en el exilio de la segunda mitad del siglo XX, de escritores latinoamericanos que emigraron a otros países del continente, Estados Unidos o Europa. En su gran mayoría son argentinos, pero también hay unas cuantas centenas de chilenos, paraguayos, uruguayos, cubanos, colombianos, peruanos… en una larga lista sin fin.
VENEZOLANOS DESTERRADOS
Ahí están, por supuesto, los desterrados o exiliados venezolanos, quienes conocieron y sufrieron durante los siglos XIX y XX; cuando se escapó Andrés Bello, el más importante intelectual hacia Chile y allá hizo su valiosa vida para el mundo de habla hispana, y las rocambolescas peripecias del cuasi mitológico Rómulo Gallegos, entre otros.
Durante este siglo XXI, el exilio literario y/o artístico se ha nutrido durante la segunda década por innegables razones sociopolíticas -o por ese gen libertario que anida en los criollos- pero ya antes se había fraguado el exilio del periodista Gustavo Ott (Caracas, 14 de enero de 1963), exitoso escritor teatral y líder absoluto de la agrupación escénica (Textoteatro) con su propia sala, el Teatro San Martin de Caracas (TSM), cedido en comodato por el otrora Alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, el cual se convirtió en alternativa para las nuevas generaciones.
Ott, casado y padre de una adolescente, vive en Washington D. C. y trabaja con GALA Theater como autor y director, además de laborar como docente en una prestigiosa universidad; pero no ha cesado de escribir teatro y últimamente ha publicados tres novelas. En síntesis, el susodicho exilio le ha dado diversos frutos, algunos premiados, además en Venezuela.
Y precisamente hablamos del exilio desde la óptica de Ott porque reciénteme han montado en TSM su texto Quiéreme mucho, bajo la dirección de la actriz Verónica Arellano, con los comediantes Angel Pelay (actor de la CNT) y Margareth Aliendres.
QUIÉREME MUCHO
Quiéreme mucho plasma a una anciana pareja de inmigrantes españoles, exiliados forzados o voluntarios, un matrimonio que ha tocado el techo bajo y desilusionado de sus esperanzas, tras limpiar y coordinar, a lo largo de tres décadas, un viejo cine de barriada en Venezuela. Pero Teresa, sin el consentimiento de su esposo, Alfonso, ha decidido regresar a su país. Mientras, al otro lado del cine, dos jóvenes, María y Rómulo, se conocen y a pesar de ser muy distintos, inician un improbable romance. Un amor en crisis y otro que comienza son las ofertas al espectador como para que piense y sienta sus pulsiones.Ott ahí subraya el paralelo entre el amor que comienza y otro que termina para definir o revisar el valor de las relaciones, el respeto y el odio, conectando estos cuatro personajes como si fueran solo dos, rodeados de cine, humor, y la búsqueda de lo que significa la vida en pareja. Quiéreme mucho es una comedia con un par lágrimas que nos traslada con cariño e hilaridad a uno de los dilemas más antiguos del ser humano: el significado y la posibilidad del amor, considera Ott, quien es, precisamente, otro incansable enamorado del amor difícil, o en dificultades.
Quiéreme mucho como love story en dificultades puede lucir superado por las circunstancias existenciales del contexto, o simplemente verla como “una pieza vieja y pasada de moda”, pero no es así, porque se puede sufrir y recurrir incluso a la dieta mediterránea para la sobrevivencia, pero nadie deja de amar o al menos soñar en un amor, por más imposible o difícil que parezca, aunque los personajes sean desterrados y quieran regresar al lar familiar, aunque no sepan quien se los marcado. No está Ott haciendo su testamento, no, nada de eso, es que como desterrado no puede dejar de aludir a esa temática, que está bien abajo de lo que escribe o hace, en el subtexto.El espectáculo es grato. Mucha acción, mucho juego de caramelo amoroso de la parejita joven para contrastar el tedio de los ancianos. Todo dura unos 70 minutos. Nos sorprendió la dirección de la Arellano. Las actuaciones son convincentes, aunque las entonaciones vocales lucen extrañas para ser un espectáculo realista.
EL ESPECTADOR /E.A. Moreno-Uribe / @eamorenouribe