Monseñor Mario Moronta Rodríguez, Obispo de San Cristóbal (Táchira) consideró a través de un artículo publicado en la HYPERLINK «http://revistasic.gumilla.org/2017/bandidos-2/» \t «_blank» Revista Gumilla, que la acusación de llamar a los obispos venezolanos bandidos es “ofensiva y una calumnia”. Asimismo, aseguró que esto no sólo es un pecado, sino un delito que requiere reparación judicial y también el que se pida disculpas públicamente.
A continuación parte del artículo:
El pasado domingo 17 de septiembre, de manera pública, se acusó a los obispos venezolanos de “bandidos”. Concretamente se dijo: “con la bendición de unos obispos bandidos que no protegen al pueblo, que no caminan como Cristo las calles del pueblo, que no sufren, que no comparten la solidaridad con el pueblo, sino que están en una conspiración permanente, y utilizan la sotana para conspirar y dañar el país”. No es extraño el recibir ese tipo de acusaciones que, además de ser ofensivas huelen a calumnia.
Hay varias cosas que aclarar: decir que los obispos no protegen al pueblo y que no caminan como Cristo las calles del pueblo es demostrar una crasa ignorancia acerca de su papel como ministros y pastores de la Iglesia pueblo de Dios. No es extraño ver cómo los obispos, con sus presbiterios y cooperadores laicos, no sólo están del lado del pueblo, sino que buscan protegerlos: las acciones de Cáritas diocesanas, de pastoral social, de atención, de búsqueda de recursos para alimentos y medicinas, amén de otras tantas cosas, hablan precisamente de cómo no sólo estamos preocupados sino ayudando en la protección del pueblo sin distinciones de clase ni de ideologías políticas. Por ejemplo, es muy común que gente de todas partes de Venezuela (incluso funcionarios del Gobierno y hasta militares) acudan a sacerdotes y obispos que estamos en frontera para ver si les ayudamos a conseguir medicinas que no se consiguen en el resto del país. Por otra parte, es común ver a los obispos por las calles y carreteras, no paseando sino visitando las parroquias y comunidades, para llevarles el servicio de la caridad y de la parroquia. Y con una característica: van sin escolta o protección. Muy al contrario de gobernantes y funcionarios quienes, hace mucho tiempo, no caminan por las calles y caminos del país y, en el caso de hacerlo, llenos de guardias y escoltas temerosos de no sé qué cosa…
Se nos acusa de conspirar, de no sufrir y de no compartir la solidaridad con el pueblo. Posiblemente para ellos anunciar la verdad del evangelio y denunciar lo que no es justo o de lo que se opone a los principios del evangelio es conspirar. Pero lo interesante es ver cómo el mensaje pastoral de los obispos es escuchado y cómo la gente va considerando que la Iglesia, con sus obispos, sacerdotes, religiosas y laicos más comprometidos, es la única institución que les brinda confianza.
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