Finaliza la temporada de un novedoso y aleccionador espectáculo romántico en el teatro Trasnocho Cultural de un romántico espectáculo en el Trasnocho cultural
Culmina en el Teatro Trasnocho Cultural la temporada del espectáculo Cartas de amor de Albert Ramsdell Gurney, donde se pueden conocer deseos y aspiraciones, además de sufrimientos y sueños presentes en la melodramática historia del exitoso abogado y político Andrew Makepeace Ladd III y la artista frustrada y alcohólica Melissa Gardner, a través de una relación epistolar de más de 50 años; una saga que habría podido ser otra historia de intenso amor físico, pero que el destino quiso separar, y sin embargo siguió vivo a través de las misivas, las cuales transmitieron emociones que se fueron consolidando a lo largo del tiempo a pesar de las distancias.
Hasta el próximo 8 de octubre el público podrá descubrir lo que revelan esas misivas de amor, y también de dolores y frustraciones, escritas y enviadas a lo largo de medio siglo. Esta puesta en escena conserva la dirección original de la recientemente fallecida directora teatral Miriam Dembo, bajo la supervisión de Héctor Manrique, asistido por Gisela Rojas y con la producción general de Carolina Rincón con el apoyo de María José Castro.
Este montaje de la temporada 2017 de Cartas de Amor comenzó con la pareja formada por Mariángel Ruiz y Héctor Manrique, pero las siguientes semanas fue asumido por los actores Julie Restifo y Javier Vidal; luego Prakriti Maduro y Sócrates Serrano y ahora finaliza con María Cristina Lozada y Jorge Palacios. Todos encarnaron a Melissa y Andrew, exquisitos personajes que desde su infancia se intercambian cartas, hermosa tradición que continúan en la madurez a pesar que sus vidas tomaron rumbos totalmente diferentes, aunque ambos pertenecen a la misma clase social de familias ricas y de muy buena posición.
ÉXITO TEATRAL
El éxito de este espectáculo radica en la sencillez del montaje que propone el autor y, sobre todo, porque habla de la vida: el primer amor, las enfermedades, la pérdida de oportunidades y del amor, lo que termina siendo un agudo y punzante retrato de la decadencia de la clase alta norteamericana.
Cartas de amor se estrenó en el Promenade Theatre, de Off-Broadway, Nueva York, en 1989 con los comediantes John Rubinstein como Andrew y Joanna Gleason como Melissa, ambos ganadores de un Tony. En principio estaba programada para presentarla solo los días lunes, pero ante las excelentes críticas de la prensa especializada y del público pasó a 8 funciones semanales durante varias temporadas.
En Venezuela se estrenó en 1991 con las actuaciones de Fausto Verdial y María Cristina Lozada, bajo la dirección de Miriam Dembo. Después de ese debut ha sido interpretada por los actores más importantes del país. Nosotros vimos ese estreno el 8 de septiembre de 1993 en el auditorio del Centro Cultural Consolidado, donde funciona ahora el Centro Cultural BOD.Y a escasos 24 años de ese evento cultural, ahora en el Trasnocho Cultural, aplaudimos el remontaje de la misma traducción y versión de Cartas de amor, con las excelentes caracterizaciones asumidas por Mariángel Ruiz y Héctor Manrique, como primera pareja.
Maria Cristina y Jorge
Y para cerrar este ciclo hemos ponderado las caracterizaciones asumidas por Maria Cristina Lozada y Jorge Palacios, actores destacadísimos, a quienes vimos por vez primera en el Aula Magna de la UCV y el teatro Las Palmas, respectivamente; ella encarnando a Polly Pechum (1970) de La ópera de Tres centavos de Bertold Brecht; y a él caracterizado como Albín (1976), uno de los homosexuales del musical La jaula de locas de Jean Poiret. Ver a Lozada y Palacios leyendo y actuando a sus complejos y enamoradizos personajes, fue comprender una vez más la grandeza del teatro bien actuado, y en especial ese espectáculo que transcurre en el cerebro del espectador, y no ante sus ojos, porque los actores-personajes están sentados frente sus escritorios y deben transmitir sus emociones, así como el paso del tiempo a lo largo de 50 años; desde los inicios infantiles hasta los complejos años de la madurez. Por supuesto que Maria Cristina y Jorge agarran a sus personajes y los van llevado paso a paso hasta que el problema social, y familiares de sus personajes, los colocan al borde del precipicio de sus existencias. Ella cae en el alcoholismo y él la busca desesperadamente por la pureza de ese amor de su infancia y adolescencia, que no llega al matrimonio porque se dejaron arrinconar por sus compromisos sociales, profesionales y políticos. Ella era una artista con aspiraciones y él un abogado con los ojos puestos en el poder político de su pais. A ella la hunden las bebidas espirituosas y él alcanza el éxito profesional, pero con una familia problematizada. No hay duda alguna que la madurez física y profesional de esta pareja le da a sus personajes una contundente lección de moral y también de ética para quienes aman y deben decidir entre los asuntos del corazón y los asuntos comerciales y/o profesionales. Es una advertencia porque el tiempo no se detiene y en el amor es como una hoguera que consume todo y no deja sino cenizas o recuerdos, amargos la mayoría de las veces, o esas mudas fotografias de lo que ha pasado. Los seres humanos esclavizados por sus compromisos sociales y negándose la libertad de cambiar.
EL ESPECTADOR / E.A. Moreno-Uribe / @eamorenouribe