BARCELONA. Dos días después de la declaración de independencia del parlamento catalán, cientos de miles de personas marcharon este domingo en Barcelona en contra de la secesión de esta región, por cuyo control pugnan el gobierno español y el destituido ejecutivo independentista catalán.
Respaldada por los principales partidos no separatistas, la marcha fue convocada por la asociación Sociedad Civil Catalana (SCC), que ya congregó una manifestación masiva después del referéndum inconstitucional sobre la secesión del 1 de octubre.
Años de tensiones entre el gobierno regional y el poder central culminaron el viernes con dos hechos sin precedentes en la España moderna: el parlamento regional declaró la independencia y el ejecutivo español de Mariano Rajoy destituyó al gobierno catalán y tomó el control de su administración.
“Un momento dramático”
«Ha sido una locura que nos ha llevado al precipicio», repudió Álex Ramos, vicepresidente de SCC, en referencia a la declaración de independencia no reconocida por ningún país.
«Es un momento dramático en la historia de España, un momento tremendamente difícil y peligroso», advirtió el expresidente del Parlamento europeo, el catalán Josep Borrell, pidiendo a los manifestantes «serenidad» para «seguir viviendo juntos».
En esta región con 7,5 millones de habitantes, con un idioma propio pero con muchos habitantes procedentes del resto de España, la sociedad está dividida a partes iguales sobre la secesión.
Y ahora viven en realidades paralelas: unos dan validez a la declaración de la república, otros respiran aliviados tras la intervención del gobierno español, a quien piden más mano dura.
«¡Puigdemont a prisión, Puigdemont a prisión!», gritaban en la marcha sobre el presidente regional Carles Puigdemont, destituido el viernes por Mariano Rajoy.
«Es ilegal lo que han hecho», reprocha a los independentistas Miguel Ángel García, jubilado de 70 años. «Si Madrid no hace pagar responsabilidades, judicialmente o como sea, me sentiré estafado».
Pero en una terraza en el barrio histórico de Barcelona, la independentista Marta Gimeno opinaba lo contrario.
Y ahora viven en realidades paralelas: unos dan validez a la declaración de la república, otros respiran aliviados tras la intervención del gobierno español, a quien piden más mano dura.
«¡Puigdemont a prisión, Puigdemont a prisión!», gritaban en la marcha sobre el presidente regional Carles Puigdemont, destituido el viernes por Mariano Rajoy.
«Es ilegal lo que han hecho», reprocha a los independentistas Miguel Ángel García, jubilado de 70 años. «Si Madrid no hace pagar responsabilidades, judicialmente o como sea, me sentiré estafado».
Pero en una terraza en el barrio histórico de Barcelona, la independentista Marta Gimeno opinaba lo contrario.
«Para mi Puigdemont es nuestro presidente, claro», dijo esta ilustradora de 45 años. «La declaración de independencia nos sirve, es válida, no es simbólica», afirmó.
AFP