El gran anhelo de nuestro inolvidable Libertador fue la constitución de La Gran Colombia, sueño por demás inalcanzable, porque en la realidad predominó la división político-territorial, propia de las diferencias entre los Estados que el mismo Simón Bolívar había independizado y constituido. La integración para la constitución de una única república era deseable, pero no fue factible. Todavía soñamos con una unión de este tipo en Latinoamérica y son muchos los esfuerzos que se han emprendido para alcanzarla.
Hoy, 17 de diciembre, lo recordamos con nostalgia y evocamos todo el proceso de su muerte en Santa Marta, Colombia. Sus ideales continúan inspirando nuestras vidas y nuestras obras, mientras las fragmentaciones políticas continúan imperando en nuestra patria grande. Evoquemos sus palabras antes de morir cuando dijo: “Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”. Este ideal bolivariano contradice la esencia que existe en la política, basada en la polémica y en el fortalecimiento de las relaciones amigo-enemigo, como claramente lo percibió Carl Schmitt en su obra: El concepto de lo político.
Seny Hernández L.