La socialista Michelle Bachelet llegó a la presidencia de Chile hace cuatro años con un programa de reformas sociales, pero el domingo los chilenos se decantaron por el conservador Sebastián Piñera privilegiando el argumento económico frente al social.
Piñera ganó con un 54% de los votos, obteniendo la mejor votación de la derecha desde 1993 y más votos que la propia Bachelet cuatro años antes.
Entre la primera y segunda vuelta, el magnate logró casi 1,4 millones de votos más.
«El pueblo chileno nos desconcertó a todos», reconoció este lunes el candidato derrotado Alejandro Guillier, que la misma noche de la votación aseguró que la centro-izquierda había sufrido una «derrota dura».
Aunque Piñera siempre fue favorito en esta elección, la menor votación que obtuvo en la primera vuelta (36,6%) y el avance de la izquierda radical, cuya candidata, Beatriz Sánchez, concentró el 20% de los sufragios, habían sembrado la esperanza de una victoria del oficialismo.
Pero «al final, el orden y la idea de mejorar las cosas en un ambiente de crecimiento económico determinó la elección», explicó a la AFP Arturo Alegría, economista y director de Visión Consultores.
El mercado celebró de inmediato la elección de Piñera, quien prometió doblar el crecimiento del país, atraer nuevamente las inversiones y rebajar del 27 al 25% la tasa de impuestos a las empresas.
Al cierre, el IPSA, principal indicador de la Bolsa de Comercio de Santiago, alcanzó un 6,9%, impulsado por las empresas de construcción, retail y la banca.
«Nuestro gobierno va a favorecer la inversión, la productividad, la innovación, el emprendimiento (…),y eso refleja la reacción muy favorable que han tenido los mercados», dijo el presidente electo este lunes a la prensa extranjera.
Salir del túnel
Además del crecimiento económico (Chile crecerá un 1,4% este año, su peor resultado en los últimos ocho años), el ejecutivo de Bachelet ha tenido problemas con la implementación de algunas de sus reformas emblemáticas, como la tributaria, la educativa y la laboral.
«Piñera advirtió antes que nadie que había que salir del túnel, bajar el volumen y corregir los extravíos», dice el analista Héctor Soto, en una columna este lunes en el diario La Tercera.
«La votación de Piñera lo que refleja es la expectativa de un gobierno que sea más eficiente, pero que también tiene dentro de su programa elementos sociales que son importantes», complementa Arturo Alegría.
La desunión de la coalición gobernante –que en primera vuelta compitió fragmentada en seis candidaturas- y el tono más radical que adquirió la campaña oficialista en la segunda vuelta terminaron también asustando a los chilenos, en una «campaña del terror» que se libró sobre todo en las redes sociales.
La comparación que hizo el propio Piñera de Guillier con el presidente venezolano Nicolás Maduro alimentó los temores de polarización en un país que aprecia el orden y la estabilidad.
Pero también los guiños que a última hora hizo Piñera a favor a los cambios sociales impulsados por Bachelet, como dar pie atrás a su postura inicial de terminar con la política de gratuidad universitaria, habrían seducido a un electorado menos ideologizado y a favor de un tono más pausado de los cambios.
A la luz de los resultados, en la segunda vuelta Piñera necesariamente sumó nuevos votantes y adicionó parte del tradicional voto de izquierda.
«La democracia es la democracia. Me parece muy bueno que muchos de los contenidos, de los programas, de las temáticas, que nosotros hemos planteado (…) hayan sido tomados por la oposición», dijo Bachelet tras reunirse esta mañana con Piñera para hablar sobre el traspaso de gobierno.
«Es un triunfo que las grandes banderas que van hacia que los chilenos y chilenas puedan vivir mejor, como la gratuidad, por ejemplo y otros, si esas van a continuar me parece una gran noticia», agregó Bachelet, quien como hace ocho años le volverá a entregar en marzo la banda presidencial a Piñera.
Paulina Abramovich / AFP