El juego está sumamente cerrado para quienes queremos otro destino para Venezuela; pero también es real que nunca el descontento había sido tan alto, que jamás la decepción con un proyecto político que engañó a los ciudadanos había sido sentida tan abiertamente
El reciente episodio de las elecciones para alcaldes en Venezuela dejó sin duda un sabor adverso en las fuerzas alternativas democráticas venezolanas. Fue poco lo que pudo escapar a la masa de contradicciones que actualmente define a la política nacional y muy especialmente a quienes adversamos el camino que está siguiendo el país.
El asunto ahora es que tenemos que prepararnos para unas elecciones presidenciales. Se trata de una cita ineludible para el año 2018 y tenemos que partir desde el escenario actual para definir qué vamos a hacer. No queda otra.
Como siempre se dice por allí, los éxitos tienen muchos padres y las derrotas son huérfanas. Lo que acabamos de vivir no es la excepción. Para nada resulta fácil sentarnos a revisar qué fue lo que aconteció, y no es nuestra intención hacerlo con otro fin que no sea proponer qué hacer para convertir una oportunidad en hechos a favor nuestro.
En principio, y hay que decirlo, resulta lamentable ver cómo el enorme avance que se había tenido por el lado de la Unidad, ha perdido empuje en el marco de las discusiones internas entre quienes estamos del mismo lado de la acera.
Nadie dijo que fuera fácil, y siempre nos empeñamos en subrayarlo. Pero quizá lo más difícil de todo esto sea ponernos de acuerdo entre nosotros mismos. Entre tantos colores y formas de pensar que son la verdadera democracia y el país que queremos.
El experimento unitario ha alcanzado enormes éxitos en el pasado, avanzando en la cuota de gobernaciones, alcaldías, diputados e incluso, arrojando números altamente positivos en las presidenciales.
Siempre habrá quien diga que todo esto no ha sido suficiente y la razón no falta en esta afirmación; pero también nosotros preferimos ver el vaso medio lleno y ver cuánto hemos sumado.
Porque tampoco nos falta la razón al afirmar que la pérdida de foco en estas estrategias exitosas del pasado nos hizo retroceder aparatosamente en lo logrado.
Insistimos, mal podemos señalar y culpabilizar, si lo que estamos buscando es aglutinar de nuevo a quienes, juntos, logramos avanzar en una lucha que es literalmente de David contra Goliat.
Lejos de ello, creemos que hay que escuchar a todos los actores legítimos que han protagonizado esta lucha de años y sentarnos nuevamente a la mesa. ¿Cuáles son las respuestas? No las sabemos ni las tenemos, pero justamente por ello es que nace esta reflexión sobre la urgencia de un reencuentro. De allí quizás salgan estas respuestas que hoy necesitamos.
También lo queremos reafirmar, respetamos los argumentos de quienes decidieron abstenerse. Son por demás lógicos y sólidos; pero los resultados del reciente encuentro comicial probaron que la abstención no suma y, en sentido contrario, nos permitimos citar el caso de Baruta, donde se logró una de las participaciones más altas del país, alrededor de un candidato que, si bien no fue bendecido con una unidad completa y blindada, sí aglutinó las simpatías de la mayoría de los votantes que exigen un cambio. Y un municipio que se daba por perdido, fue el David de este Goliat del 10 de diciembre.
¿Cuál es entonces la meta? La resumimos en dos palabras: unidad y participación. ¿Cómo llegar hasta ella? Al momento de hoy no lo sabemos, pero tenemos la convicción de que hay que hacerlo.
También sabemos que las condiciones deben cambiar, pero no lo van a hacer sino a través de nuestras acciones. La inacción jamás ha modificado nada.
Nunca como ahora había pesado tal cúmulo de amenazas contra quienes ejercen su derecho a pensar y sentir diferente. Jamás el aparato burocrático había sido tan hipertrofiado y eficaz en el cierre de las ventanas que dan oxígeno a cualquier democracia. Pero es justamente por ello que está prohibido abandonar la lucha. Estamos hablando en defensa propia, si es que no queremos ser barridos.
Sí, es cierto, el juego está sumamente cerrado para quienes queremos otro destino para Venezuela. Pero también es real que nunca el descontento había sido tan alto, que jamás la decepción con un proyecto político que engañó a los ciudadanos había sido sentida tan abiertamente.
Y es real también que urge darle un canal de expresión al pueblo, para que toda esta carga tan pesada se convierta una vez más –lo repetimos- en hechos. En hechos que puedan cambiar el mapa político nacional y el destino del país.
Cierto, quizás nos encontramos más lejos que nunca de esta meta. Pero también es real que, en política, las cosas pueden cambiar del blanco al negro en un instante. Aunque, una cosa sí es verdad: no lo van a hacer por sí solas.
Aquí tenemos hoy un diagnóstico y una opinión. Del otro lado está un hecho inevitable que se nos acerca conforme pasan los días. El llamado -urgente- es a construir un puente entre esta opinión y aquel hecho.
David Uzcátegui
«Jamás el aparato burocrático había sido tan hipertrofiado y eficaz en el cierre de las ventanas que dan oxígeno a cualquier democracia»…