COLUMNA A CALZÓN QUITAO
Wilmer Suárez M.
«Los abuelos no solo cuidan; son el tronco de la familia extendida, aportan algo que los padres no siempre vislumbran: pertenencia e identidad». Enrique Orschanski
“Se suele considerar a la muerte como la separación del cuerpo y el alma. Por lo tanto, la muerte implicaría el final de la vida física pero no de la existencia”. Aparentemente suena muy facil; lo difícil está en digerirlo. Somos humanos y por lo tanto no es fácil aceptar que un ser querido se nos va.
Domingo Castillo, a quien conocí por más de 40 años y con quien nunca tuve ni un si ni un no, se hizo invisible este sábado 10 de febrero, porque los abuelos nunca mueren.
Lo bautice como El comandante Zero y él, con alegría, se acuñó este remoquete y me lo aceptó tal y como él era: todo un jodedor. Un gran amigo me enseñó que: “todo muerto es bueno”. Pero cuando se es un jodedor, como lo fue Domingo, no se puede hablar de bueno o malo. Solo de un gran jodedor…
Fue un revolucionario de la vida, que esperaba con impaciencia la llegada de cualquier acontecimiento para celebrar; aunque los 12 meses del año alargaban su impaciencia porque llegara el 20 de diciembre, día de su cumpleaños, en víspera de la Navidad, para disfrutar en grande, porque tan solo celebrar la vida ya era un motivo; y al final de sus días se conformaba con lo mucho o con lo poco.
El abuelazgo (escribió el pediatra Enrique Orschanski) constituye una forma contundente de comprender el paso del tiempo, de aceptar la edad y la esperable vejez. Lejos de apenarse, sienten al mismo tiempo otra certeza que supera a las anteriores: los nietos significan que es posible la inmortalidad. Porque al ampliar la familia, ellos prolongan los rasgos, los gestos: extienden la vida. La batalla contra la finitud no está perdida, se ilusionan.
Tuvo la dicha de ver las tres generaciones del árbol familiar. El comandante Zero ganó la batalla contra la finitud y perpetuó su apellido con pertenencia e identidad.
Y aunque la Biblia a menudo compara la muerte con un sueño profundo (Salmo 13:3; Juan 11:11-14; Hechos 7:60), quien duerme profundamente no se entera de lo que pasa a su alrededor. Del mismo modo, los muertos no tienen conciencia de nada. Sin embargo, la Biblia enseña que Dios puede despertarlos y levantarlos a la vida (Job 14:13-15). Para aquellos a quienes Dios resucite, la muerte no será el final de todo.
Quienes creemos, sabemos que Domingo hoy entró a otra vida, a otra dimensión donde seguirá siendo el jodedor de siempre y a quien Dios ha llamado para alegrarle su estadía en el cielo a los que ya se fueron.
Que nadie esté triste; hoy hay fiesta en el cielo. Llegó Domingo y prendió el “tocadiscos”, como hacía los fines de semana allá en el 23 de Enero. Por eso te hiciste invisible un sábado, para que Maria, tu compañera de toda la vida, no te mandara a bajar el volumen, y tú sonriente como siempre, dijeras: “púyalo, negra”……
Descansa en paz.
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«Que nadie esté triste; hoy hay fiesta en el cielo. Llegó Domingo y prendió el ‘tocadiscos’, como hacía los fines de semana allá en el 23 de Enero»…