El centro de San Félix es la utopía del abastecimiento en Ciudad Guayana. Sus calles le restan paso a carros y peatones, convirtiéndose en una versión muy desmejorada de un centro de compras en el que los estantes mutaron a mesas destartaladas sobre el asfalto, y las transacciones son únicamente en efectivo, con billetes del nuevo cono monetario, publica Correo del Caroní.
Por Oriana Faoro
@OrianaFaoro
El panorama es muy distinto de los anaqueles desiertos en los supermercados. Este viernes había de todo en las calles del casco de San Félix, en torno del mercado municipal: detergente en polvo, café, leche, pasta, arroz, azúcar, aceite, toallas sanitarias, desodorantes de bolita, y más, a precios 100% inferiores que en el mercado formal, consecuencia de la escasez de papel moneda circulante.
Ninguno de los comerciantes informales acepta billetes de 100 y 50 bolívares, aunque sigan vigentes. Se excusan, en principio, en la incomodidad del volumen de billetes, tanto así que, a menos de cuatro meses de haber entrado en circulación, los nuevos billetes de 500 y mil bolívares comienzan a ser rechazados en el sector informal.
Un carnicero ambulante, que todavía acepta billetes de mil y 500, reconoció la incomodidad de trabajar con ellos, pero lo hace porque a él se los acepta su mayorista, todavía. La tendencia de rechazar los nuevos billetes comienza a instaurarse poco a poco, como sucedió con los billetes de 100 y 50, en diciembre de 2016.
El secreto a voces fue asumido por un comerciante, que no reveló su nombre por temor a ser fichado por alguna autoridad: el comercio informal se rige por los compradores de efectivo, que son los mismos compradores de oro que crecieron en la ciudad, producto del auge minero al sur del estado Bolívar.
“Ellos necesitan su efectivo porque allá en las minas no hay internet ni señal para comprar sus cosas o hacer transferencias… ¿Qué pasa? Antes el banco daba dinero y ahora solo te da 10 mil bolívares en un día. Con la inflación, eso no alcanza para nada”, recalcó. La buhonería aumentó desde mediados de 2017, pues funciona a manera de caja chica para los mineros: “uno baja los precios para lograr que la gente compre en efectivo, y recupera el dinero vendiéndoselo a los compradores de oro”, que pagan comisiones de 100 y 110% por sobre el monto adquirido.
La pasta alimenticia marca Glend’Or, hecha en Turquía, cuesta entre 120 mil y 140 mil bolívares en comercios formales de Puerto Ordaz, pero en los buhoneros del centro de San Félix es ofertada a 60 mil bolívares, en efectivo.
La harina de trigo Trigolar, importada de Brasil, cuesta 100 mil bolívares en efectivo, cuando en los supermercados formales es ofrecida en 270 mil, por punto de venta. Paquetes de cuatro rollos de papel higiénico se ofertan en 250 mil, cuando en la oferta formal están en 490 mil. El cartón de huevos cuesta 250 mil bolívares, mientras que por punto de venta alcanza los 680 mil.
El precio real es el que se paga en los comercios formales. “El cartón de huevos da para venderlo en 680 mil, porque en la granja te lo venden en 500 mil, pero como vendemos el efectivo, nosotros recuperamos lo que no nos paga el cliente con lo que nos paga el comprador de oro”, que a su vez compra efectivo, en respuesta a la falta de dinero circulante en los bancos. Los billetes más ansiados son los de 100 mil bolívares, pues hacen menos bulto a la hora de viajar ocho horas hacia las minas, por carretera, y por ellos pagan comisiones de hasta 110%.
Es por esto que, ante la escalada inflacionaria y el aumento continuo de los precios, los de baja denominación son desechados de la circulación ambulante, porque son incómodos de manejar en grandes cantidades.
La diferencia de precios es abismal entre un tipo de pago y otro, y los más perjudicados son los ciudadanos que no tienen acceso a dinero en efectivo. Los bancos dan retiros diarios de entre 10 mil y 30 mil bolívares por día, dinero que alcanza para un kilo de tomates, disponible en 25 mil bolívares.
“Esta es la miseria del pueblo”, lamentó un joven que pidió no ser fotografiado ni identificado. “La guerra económica es el Gobierno porque aquí no manda nadie. Todo el mundo hace lo que le da la gana y a uno le toca comer yuca con sardinas”, siempre que se puedan pagar en efectivo, reconoció el muchacho, indignado.
Distorsión económica
La escasez de alimentos y de efectivo hace proliferar un mercado desorganizado y netamente informal, que no paga impuestos ni está expuesto a fiscalizaciones de la Superintendencia para la Defensa de los Derechos Económicos (Sundde) o del Seniat, pauperiza la vialidad y fortalece estructuras delictivas dedicadas al cobro de vacunas y a la venta de dinero en efectivo.
Los comerciantes ambulantes consultados, que no revelaron su identidad para evitar meterse en problemas, confirmaron que no pagan nada a la Alcaldía de Caroní, como anteriormente hacían en la Dirección de Economía Informal. Ahora cancelan un monto al jefe de calle, que a su vez paga a los colectivos, grupos parapoliciales que asumieron la seguridad de la zona, a cambio de aportes que comienzan en 20 mil bolívares por día.
Todo esto ocurre a pocos metros de la Alcaldía de Caroní, en donde este viernes protagonizaban un acto oficial del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en apoyo a la campaña electoral a la reelección de Nicolás Maduro como primer mandatario de Venezuela.