Vladimir Putin, exagente del KGB convertido ahora en uno de los líderes mundiales, lleva 18 años imponiendo su autoridad en Moscú y marginando a la oposición, en medio de tensiones con Occidente sin precedentes desde la Guerra Fría.
Putin, de 65 años, será este lunes investido como presidente por cuarta vez, tras haber ganado claramente la elección del 18 de marzo con más del 76% de los votos. Así, podrá permanecer en el poder hasta 2024, cuando cumpla 72 años.
El presidente ruso llegó al poder en el año 2000, una década después de la desaparición de la Unión Soviética (URSS). Sucedió a Boris Yeltsin, que había estado al frente de un país inestable, de economía vacilante, y que había perdido su rol de gran potencial mundial.
Muchos rusos consideran que con Putin el país ha recuperado su grandeza, gracias en parte al «maná» económico que suponen los hidrocarburos. Pero sus detractores lo acusan de conculcar los derechos humanos y las libertades.
En el plano internacional, ha tenido que lidiar con tres presidentes de Estados Unidos y provocó una nueva oposición de Moscú con Occidente, al arrebatarle Crimea a Ucrania y luego lanzar una intervención crucial en Siria en apoyo al régimen de Bashar Al Asad.
«Nadie quería hablarnos, nadie quería escucharnos. ¡Escúchennos ahora!», lanzó a los occidentales durante su último gran discurso, a principios de marzo.
Putin intenta restaurar la influencia de Rusia en el mundo, deteriorada tras la caída de la Unión Soviética y los años caóticos bajo el mandato de Yeltsin.
¿Su método? Una lucha paciente y obstinada, al acecho de cualquier síntoma de debilidad del adversario, explicaba en 2013 el mismo Putin.
Esta técnica le ha resultado exitosa en Siria, donde el apoyo ruso al régimen de Damasco desde 2015 supuso un giro radical en el rumbo de la guerra.
Un año antes, Putin quiso ser el restaurador de la «gran Rusia» al anexionar la península ucraniana de Crimea, tras un referéndum considerado ilegal por la comunidad internacional. Esa operación mejoró su imagen en casa, pero desató la peor crisis desde el fin de la Guerra Fría entre rusos y occidentales.
Thibault Marchand / AFP