La Conferencia Episcopal, a quien nadie puede acusar de querer un baño de sangre, ha rechazado en los términos más firmes la elección presidencial ilegítima y arbitrariamente convocada para el 20 de mayo. Sin embargo, hay quienes ponen de lado los argumentos de fondo y piensan que se le puede ganar al gobierno, alegando que las condiciones son las mismas o incluso mejores que las de diciembre de 2015.
Como aquí todo se olvida, recordemos: 1) En 2015 la oposición fue unida con una sola tarjeta, ahora invalidada, al igual que las tarjetas de sus principales partidos; 2) La mayoría de sus líderes hoy están inhabilitados, prisioneros, perseguidos o exiliados; 3) La Asamblea Nacional, desde su instalación, fue objeto de confiscación por el TSJ, brazo ejecutor del gobierno; 4) A pesar del repudio de 7.5 millones de venezolanos, el gobierno instaló su “Asamblea Constituyente”, que no es sino una asamblea de sus partidarios; 5) A Juan Pablo Guanipa le fue arrebatado el cargo de Gobernador del Zulia por no haber aceptado jurarlo ante la pretendida “Constituyente”; 6) A Andrés Velázquez, triunfador en Bolívar, le hicieron un fraude con forjamiento de actas, hecho que por sí sólo pone en tela de juicio a todo el sistema electoral; 7) Cientos de miles de venezolanos que han emigrado en estos dos años, son hoy excluidos de la decisión; 8) Una nueva modalidad de atropello, las “migraciones”, pueden activarse en cualquier momento; 9) En República Dominicana, el gobierno mostró su disposición de no concurrir a una elección donde no tuviera asegurado el triunfo; 10) La tal “Asamblea Constituyente” se mantiene, para imponer su supuesto “poder originario”.
Tampoco vale el argumento de que el gobierno no puede hacer fraude ante una avalancha de votos opositores. Cualquiera con experiencia electoral sabe que para ganarle una elección a este gobierno se necesita a toda la oposición unida y organizada para defender los votos. Un caso elocuente es el de Carlos Ocaríz, quien con todos los años de dedicación a Miranda, tuvo una falla del 30% de sus testigos en la elección para Gobernador. Ni hablar del caso de Lara.
Otro argumento, la elección de 1952, olvida que al día siguiente los diputados electos por URD fueron arbitrariamente detenidos y sacados del país, que COPEI no se incorporó a la Constituyente y que a partir de allí el régimen se endureció. Para 1957, más cercano a lo de hoy, Caldera, posible candidato de unidad frente a Pérez Jiménez, fue encarcelado por cuatro meses mientras el gobierno convocaba inconstitucionalmente a un plebiscito. Ese plebiscito, condenado por la Iglesia y la oposición, fue el punto de inflexión para la salida del dictador en menos de dos meses.
En mayo del 2000 en el Perú, Alejandro Toledo, ante las evidentes demostraciones de fraude, renuncia presentarse a la segunda vuelta de la elección presidencial y pone en Jaque mate a Alberto Fujimori, entonces presidente, candidato a la reelección y denunciado internacionalmente por sus trasgresiones al estado de derecho y a los derechos humanos. Esta decisión de Toledo, a pocos días de la elección, fue el detonante de la salida de Fujimori.
Hoy, Henri Falcón tiene esa misma arma poderosa en sus manos: la de renunciar al 20 de mayo para poner contra la pared a Nicolás Maduro. Lo planteo en serio, con todo respeto. Al lado de las razones de fondo, suficientemente explicadas para no convalidar esta farsa electoral, es una quimera creer que pueda ganársele al gobierno. Está convocada para que Maduro triunfe.
Lo que habría que hacer ese día es salir masiva y organizadamente a constatar el ausentismo en los centros electorales y denunciarlo ante las falsas cifras de participación que nuevamente proclamará el CNE.
Si Henri Falcón toma la decisión de retirarse dejaría claramente deslegitimado a Maduro y le daría un vuelco a la situación, con el apoyo mayoritario de la comunidad nacional e internacional.
Lo que nos estamos jugando es la existencia misma de la República. En sus manos está hoy el jaque mate