Al tiempo que precipitó el colapso del comunismo en el bloque soviético, la caída del Muro de Berlín -de la que en pocos días se cumplirán 30 años- simbolizó el final de la Guerra Fría y el comienzo de un nuevo orden marcado por el avance de la democracia liberal y la expansión de la economía de mercado bajo la hegemonía de Estados Unidos. Todo parecía indicar que se cerraba un capítulo oscuro de la historia y se despejaba el camino hacia un futuro mejor.
El ejemplo más claro del espíritu de aquella época se encuentra en la famosa expresión «el fin de la historia», acuñada por el pensador Francis Fukuyama al declarar la derrota del comunismo así como la universalización de la democracia liberal occidental como «la forma final de gobierno humano». Sin embargo, la historia no terminó en 1989.
Si entonces el clima era de ilusión y optimismo, treinta años después el panorama se presenta más sombrío. La promesa de un mundo de creciente democracia ha dado paso al turbulento y frágil orden internacional actual, caracterizado por el aislamiento aplicado por Donald Trump, la exaltación del nacionalismo a través del Brexit, un mayor proteccionismo, una desigualdad alarmante y un gran descontento frente a una clase política que parece no dar respuesta a las crecientes demandas sociales. Las expectativas que despertó la caída del Muro aún están lejos de ser alcanzadas.
En este escenario, el auge de liderazgos neopopulistas antiliberales con una retórica xenófoba y polarizante -que prometen soluciones simples a problemas complejos- parece ser la única vía que canaliza la frustración y el enojo de una parte creciente de la población.
Si entonces el clima era de ilusión y optimismo, treinta años después el panorama se presenta más sombrío. La promesa de un mundo de creciente democracia ha dado paso al turbulento y frágil orden internacional actual, caracterizado por el aislamiento aplicado por Donald Trump, la exaltación del nacionalismo a través del Brexit, un mayor proteccionismo, una desigualdad alarmante y un gran descontento frente a una clase política que parece no dar respuesta a las crecientes demandas sociales. Las expectativas que despertó la caída del Muro aún están lejos de ser alcanzadas.
En este escenario, el auge de liderazgos neopopulistas antiliberales con una retórica xenófoba y polarizante -que prometen soluciones simples a problemas complejos- parece ser la única vía que canaliza la frustración y el enojo de una parte creciente de la población.
Según la experta, autora del libro After the Berlin Wall (Después del Muro de Berlín. Memoria y construcción de la nueva Alemania, de 1989 al presente), de reciente aparición, los líderes enfrentan el temor de que partes traumáticas de la historia alemana, como el Holocausto, aludan más a los desafíos actuales del país que al recuerdo de la caída del Muro. «En momentos en que el presidente Trump insiste en la extensión de un muro en la frontera con México y cuando países como Hungría, Austria y Eslovenia han construido kilómetros de muro fronterizo para evitar la entrada de inmigrantes, se puede afirmar que el mundo ha cambiado dramáticamente desde 1989», concluye Harrison.