Habrá que salir a votar en las elecciones de AN del próximo año, sin atender el llamado suicida de los abstencionistas patológicos, sobreponiéndonos a la desesperanza para tratar de tener un Poder Legislativo donde el PSUV no tenga la mayoría absoluta
Para la mayoría de los actores políticos venezolanos, no habrá consenso en la designación del Consejo Nacional Electoral por parte de la Asamblea Nacional. La oposición extremista continúa, por lo menos declarativamente, hablando del cese de la usurpación, es decir de la salida de Maduro como condición previa a cualquier arreglo posterior. El gobierno, por su parte, tiene en la permanencia de Maduro su límite en cualquier negociación. Maduro no se irá por las malas, ni por la puerta trasera; eso lo han mantenido desde hace muchísimo tiempo. A lo mejor, no está negado a irse, pero no de la forma en que los extremistas opositores quieren, y en Venezuela no existe una revuelta popular a lo chileno o boliviano que pueda obligarlo, ni las tropas gringas están en la frontera listas para la invasión.
Esta situación hace predecir el disenso en torno a la designación de un nuevo CNE. La oposición extremista se prepara entonces para designar un CNE por su cuenta, con sus diputados, sin tener la mayoría de los dos tercios que requeriría. CNE que pasaría a sumarse a todas las instancias hasta ahora existentes de un pseudo gobierno paralelo o en el exilio, pues tendríamos entonces dos presidentes, dos asambleas nacionales, dos tribunales supremos, dos fiscales y dos consejos electorales. Dicho en términos más directos: se trataría de extender la política que lleva casi un año de fracasos y que en absoluto ayudaría a buscar una salida pacífica en el mediano plazo, por lo que pudiéramos predecir que el sufrimiento de la nación continuaría y se agravaría.
El gobierno, por su parte, pasaría a designar el nuevo CNE en consenso con los seis partidos hasta ahora integrantes de la mesa nacional de diálogo, lo cual no tendría el reconocimiento internacional necesario para mejorar su situación ni la de los venezolanos, ni reduciría la beligerancia del extremismo opositor. No voy a decir que se estaría en las mismas condiciones que se estuvo en la elección presidencial de Maduro, pues la situación actual no es la misma en varios aspectos. Un llamado a la abstención no tendría el mismo respaldo que tuvo en mayo de 2018, ni la abstención por desencanto tampoco sería la misma. El solo hecho de que se designe un CNE sin la presencia de Tibisay Lucena ya es un avance en el sentido de credibilidad del organismo, lo cual resultaría en una mayor participación electoral de la gente.
Pero en cualquier caso no es la mejor salida a la crisis actual, aunque es muy probable que sea lo que acontecerá. De ser así, habría que salir a votar en las elecciones de AN del próximo año, sin atender el llamado suicida de los abstencionistas patológicos, sobreponiéndonos a la desesperanza para tratar de tener un Poder Legislativo donde el PSUV no tenga la mayoría absoluta, independientemente de que como fuerza individual sea mayoritario. Y si eso no es posible, que lo sería si hay una adecuada votación, evitar la hegemonía gubernamental en la Asamblea. Estas posibilidades van a depender también de la unidad que logren los partidos de la oposición democrática.
Luis Fuenmayor Toro