La parroquia Sucre cumplió 83 años este sábado 7 de diciembre, aunque lo que se conoce como Catia tiene más de cuatro siglos. Para muchos, Catia es un territorio de ideas innovadoras para grandes proyectos, pero el desinterés del Estado los obliga a desarrollarlos como pueden, con el esfuerzo colectivo
La parroquia Sucre, mejor conocida como Catia, es la segunda más grande del municipio Libertador, pero también la más habitada: se estima que hay 750.000 personas, de acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) y de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). Entre las décadas de 1940 y 1950 eran 23 urbanizaciones construidas sobre montañas verdes que ahora está ocupadas por más de 200 barrios.
Catia es el caos de su bulevar, la música estridente que suena en sus cerros y la gente que camina con paso apurado hasta que el sol se oculta. El 7 de diciembre de 1936, durante el gobierno de Eleazar López Contreras, fue elevada a parroquia con el nombre de Sucre, pero a los casi 60 kilómetros de territorio se les conoce como Catia, desde que Francisco Fajardo fundó un caserío y lo llamó La Villa de Catia, en 1557, como lo cuenta el historiador Guillermo Durán.
Carlos Rodríguez, cronista, dice que Caracas se escribe con “c” de Catia. Recuerda un número de la Gaceta de Caracas, publicado el 2 de mayo de 1812, casi dos meses después del terremoto, que decía: “¿Convendrá fundar la nueva ciudad en la hermosa explanada de Catia en donde se respira un aire puro, se siente una temperatura deliciosa y se disfrutan aguas excelentes?”.
Ya no se respira aire puro ni se disfruta agua excelente; a veces, ni siquiera hay agua. Aún así, varios de sus habitantes aseguran que Catia es un lugar idílico. Para muchos, Catia es una forma de identidad.
Una parroquia autosustentable
Por su extensión, desde hace cerca de 30 años, asociaciones civiles proponen convertir Catia en un municipio, lo que permitiría legislar y desarrollar políticas públicas locales. Mariángela González, fundadora de Catia Posible, asegura que, frente al desinterés de la alcaldía de Libertador, Sucre es una parroquia que se adapta y va creando formas de autosustentabilidad.
Un ejemplo de eso son los 113 socios de la línea de transporte de la carretera vieja de La Guaira. Hace tres años, los conductores decidieron dejar de recibir insumos del Estado y comenzaron a fijar la tarifa de los pasajes con las comunidades.
La ruta comprende la vía que comienza en la avenida Sucre, por Plan de Manzano, y termina en el sector Montesano, estado Vargas. Entre un extremo y otro hay 47 barrios. Para José Varela, transportista, era importante llegar a un acuerdo con los habitantes de las zonas: “Ellos necesitan el servicio y nosotros, trabajar. Pero recibir insumos del gobierno era aceptar que ellos impusieran los precios y no era rentable”.
El compromiso de José con los usuarios de la línea, lo atribuye a su sentido de pertenencia con el sector. No se imagina sin la cercanía con el mar y la vista hacia El Ávila, desde la sede de la cooperativa. La decisión de él y sus socios de desentenderse del Estado, responde a una afirmación sobre la que no duda en comentar: “No se desarrollan políticas públicas porque no se escucha a la gente”. Mientras, él sigue ideando formas para mejorar su entorno.
Lugar para ideas nuevas
La parroquia Sucre fue el hogar de los artistas José Ignacio Cabrujas, Jacobo Borges y Billo Frómeta; de los deportistas Francisco “Morochito” Rodríguez, Iván Olivares, Salomón Rondón y Wuilker Faríñez. También fue en Catia donde se inauguró el primer tramo del Metro de Caracas, subterráneo modelo del continente, y fue la zona con más cines en Caracas antes de la década de 1980. Estos antecedentes son, para Mariángela González, la razón por la que Catia es un lugar para ideas nuevas.
RECUADRO
El Parque del Oeste
En 1971, Mariángela González formó parte del grupo que recolectó firmas de varios vecinos de Catia para pedirle a Luis Herrera Campins, presidente de turno, autorizara la construcción del Parque del Oeste, hoy llamado Parque Alí Primera. “Muchos nos veían como unos locos, pero para nosotros era importante tener un lugar de esparcimiento, de contacto con la naturaleza. El proyecto fue ideado con la ayuda de urbanistas y arquitectos de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Cuando lograron la aprobación y el parque se inauguró en 1983, Mariágela supo que en Catia se pueden lograr grandes cosas.
Hace cuatro años formaron Catia Posible y uno de los objetivos de la organización es empoderar a la ciudadanía con respecto a sus derechos, responsabilidades y capacidades para generar cambios positivos en sus comunidades. Cree que Catia es una población que se resiste, también se adapta para sobrevivir, pero que se niega a conformarse con malas condiciones de vida.
María Jesús Vallejo/El Pitazo