Se trata de construir un modelo económico propio, que trascienda las tesis falaces de la autorregulación del mercado, pero que va más allá de la visión fallida de que el Estado lo puede hacer todo en una sociedad
En estos días, cuando nos disponemos a conmemorar los 20 años de la aprobación popular de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999, y frente ante tanto desvarío ideológico en el debate, especialmente en el área económica, es propicio volver a la raíz que sostiene el modelo del socialismo bolivariano.
La revolución bolivariana es hija del parto histórico producido por la rebelión popular de 1989 contra el paquetazo neoliberal y de la decisión valiente de los oficiales y soldados agrupados en el Movimiento Bolivariano 200, fundado y liderado por el comandante Hugo Chávez, que protagonizaron las rebeliones populares militares de 1992.
Nace la revolución bolivariana, en este tiempo, como una respuesta a la imposición a sangre y fuego del modelo neoliberal. Es por eso que durante su discurso ante la Asamblea Nacional Constituyente de 1999, el 5 de agosto de ese año, el presidente Chávez expresa:
“Por ejemplo, cuando se habla del dogma neoliberal, ¡ojo pelao con el dogma neoliberal!, que pretende sembrar de fundamentalismos y de pensamiento único lo que debe estar sembrado por ideas diversas y por inteligencias que van e inteligencias que vienen. Contra el dogma liberal invoco lo que podríamos llamar el ‘invencionismo robinsoniano’ contra ese dogma neoliberal que pretende borrar del mapa, por ejemplo, lo que es la fuerza de la nación, lo que es el derecho de una nación, de un país o de una república a darse su propio modelo económico en función de sus potencialidades, en función de sus oportunidades, en función de su idiosincrasia. Contra ese dogma que pretende presentarnos en bloque soluciones extrañas a nuestros problemas y que está demostrado, más que demostrado en los últimos años, que lo que ha hecho es agravar nuestro males, contra ese dogma neoliberal nosotros pudiéramos proponer, y yo propongo, el ‘invencionismo robinsoniano’. Cuando hablo del ‘invencionismo robinsoniano me refiero concretamente a aquello que Simón Rodríguez decía: ‘Tienen ustedes que hacer dos revoluciones, la política y la económica; hagan la revolución económica y comiéncenla por los campos, la agricultura, la industria, las artes, la ciencia’. He allí contra el dogma neoliberal que pretende borrarnos del mapa, el ‘invencionismo robinsoniano’ (aplausos)… contra el dogma del mercado, ¡ojo pelao con el dogma del mercado!, que pretende, casi que ser Dios, ¿qué fundamentalismo es el del mercado? La mano invisible del mercado, dicen algunos. Como aquí en Venezuela se hizo popular una expresión, yo la voy a recoger: ‘La mano peluda, invisible del mercado’. No arregla sociedades el mercado. No hace repúblicas el mercado. No impulsa desarrollo colectivo el mercado, porque el mercado se basa en ese dogma del individualismo que ha llevado al mundo a que seamos unos salvajes, luchando unos contra otros… (aplausos). Contra ese dogma del mercado no podemos responder nosotros con otro dogma, tampoco el extremo del Estado. No, contra ese dogma, no saquemos más dogmas, inventemos modelos propios, la mano invisible del mercado con la mano visible del Estado y una combinación, un punto de equilibrio que permita más allá del mercado y más allá del Estado, porque esos son instrumentos, hay un fin último: el desarrollo del hombre, el desarrollo de la mujer, el desarrollo del niño, el desarrollo humano… Contra el monopolio de la riqueza como dogma, enfrentemos la democracia económica, un concepto de igualdad, de libertad, de justicia, de empleo, de seguridad social, para cubrir las necesidades básicas del ser humano”.
Lo extenso de la cita anterior se justifica en tanto que en ese extracto del discurso del comandante Chávez se sintetiza la esencia del planteamiento económico de la revolución bolivariana, la democracia económica a partir del desarrollo productivo y que tiene como fin último que el ser humano viva una vida humanamente gratificante.
Se trata de construir un modelo económico propio, que trascienda las tesis falaces de la autorregulación del mercado, pero que va más allá de la visión fallida de que el Estado lo puede hacer todo en una sociedad. Hugo Chávez nos invita, desde ese discurso, a inventar un modelo de desarrollo colectivo donde el ser humano sea el sujeto de la trasformación económica.
Así lo intentamos hacer los y las constituyentes de 1999, a partir de las ideas de Chávez y de las miles de propuestas que nuestro pueblo nos hizo en ese sentido. Y así quedó plasmado, de alguna manera, en la Constitución Bolivariana de 1999.
Revisemos el nombre del Título VI de la Carta Magna: “Del régimen Socio Económico y de la Función del Estado en la Economía”. El constituyente originario concibe que lo social no está separado de lo económico, que por el contrario es consustancial y de igual manera enfatiza que el Estado sí tiene una función que cumplir en la economía.
Estos principios son desarrollados en el artículo constitucional 299, donde se establece que el modelo económico persigue “… asegurar el desarrollo humano integral y una existencia digna y provechosa para la colectividad”. Más adelante, en el referido artículo, buscando el punto de equilibrio para lograr tal finalidad, “El Estado, conjuntamente con la iniciativa privada, promoverá el desarrollo armónico de la economía”.
Y finalmente ese mismo artículo 299 y a partir del reconocimiento que el mercado no se autorregula, se establece el método para lograr ese desarrollo armónico en función del ser humano “mediante una planificación estratégica democrática, participativa y de consulta abierta”.
EPÍGRAFE
“Contra ese dogma del mercado no podemos responder nosotros con otro dogma, tampoco el extremo del Estado. No, contra ese dogma, no saquemos más dogmas, inventemos modelos propios, la mano invisible del mercado con la mano visible del Estado”…
Elías Jaua Milano