La madrugada del 15 de diciembre de 1999 –tras un aguacero interminable y precedida por un ensordecedor ruido– una furiosa corriente de rocas, lodo y árboles bajó desde las montañas, llevándose todo a su paso y causando la muerte de millares de personas en la peor de las tragedias naturales de Venezuela: el deslave de Vargas. Edificios, zonas residenciales, barrios completos, hoteles, clubes, universidades, calles y avenidas…toda la infraestructura fue arrasada por las aguas.
El deslave vistió de luto al país, cuando faltaba poco para celebrar la Navidad. Aunque las cifras oficiales sitúan en 5 mil las pérdidas humanas, se estima que murieron entre 30 mil y 50 mil personas. Pero la cantidad exacta de personas que murieron nunca se conocerá.
«Para mí era el fin del mundo (…) Mi esposo pensó en quitarle el revólver a un guardia que estaba ahí, matarnos a nosotros y después matarse él porque no nos quería ver sufrir», declaró una de las sobrevivientes en un trabajo audiovisual de la ULA sobre el desastre.
La mayoría de los cuerpos de las víctimas nunca fueron encontrados, sumergiendo en el dolor e incertidumbre a sus familiares.
Nora Vásquez, hermana de un desaparecido, dijo: «Tú no le puedes decir a alguien que tiene un familiar desaparecido (en la tragedia) que acepte su muerte tan fácilmente. Tú necesitas hallar su cuerpo, llorarlo, velarlo y enterrarlo».
El fenómeno natural dejó cerca de 94 mil damnificados y obligó a evacuar a más de 130 mil personas. Muchos fueron trasladados a otros estados del país. Zulia albergó a decenas de ellos.
Los Corales, Naiguatá, Catia La Mar fueron algunas de las urbanizaciones más afectadas. Carmen de Uria desapareció.
«Las rocas más grandes que hemos medido tenían el tamaño de un autobús», dijo en un documental de Discovery Channel un geólogo estadounidense que visitó la zona tras los deslizamientos.
Ese día el Gobierno del entonces presidente Hugo Chávez realizaba el referéndum para aprobar la Constitución de 1999. Y las noticias que llegaban a Caracas sobre el otrora estado Vargas –hoy denominado La Guaira– estaban relacionadas con el peligro que representaban las constantes lluvias sobre la zona.
Consultado por los periodistas si las lluvias obligarían a suspender la consulta constitucional, Chávez declaró (citando las palabras del Libertador durante el terremoto de 1812): «Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca».
Por ello una de las críticas que surgieron en contra del Gobierno apuntan a que se conocía el potencial peligro de la situación en Vargas, pero no se tomaron acciones oportunas, ni se reaccionó a tiempo.
Las dos primeras semanas de diciembre de ese año llovía en casi todo el país. En Vargas, particularmente, se acumuló una gran cantidad de agua en las montañas, lo que causó una gran saturación de los suelos. Eso generó que el caudal de agua bajara por pendientes con una fuerza descomunal.
Los venezolanos del resto del país dieron muestras de solidaridad. «Las manifestaciones de afecto y de ayuda eran abrumadoras. Eso te ayuda a sobrellevar la pérdida», dijo Lilia Pérez, de Caraballeda, en el documental de la ULA.
Pero la catástrofe también dejó ver el lado oscuro de los seres humanos, pues muchos aprovecharon para saquear las viviendas de las víctimas.
«El barro se llevó la mitad de nuestras pertenencias. La otra mitad se la robaron», dijo el periodista David Angles en un video donde mostraba los restos de su casa de Caraballeda, donde vivió más de 20 años.
En lo económico, se considera que el desastre arrojó pérdidas por 4 mil millones de dólares. Organismos multilaterales como el FMI y muchas naciones ofrecieron asistencia financiera a Venezuela. La ayuda de EE UU fue rechaza por Chvez