Los incendios forestales que están arrasando el sureste de Australia están lejos de controlarse, pero la lluvia que llegó este sábado a la región dio una tregua a los exhaustos bomberos y habitantes locales.
Tras una catastrófica noche, en la que varios fuegos se fusionaron para convertirse en megaincendios en los estados de Nueva Gales del sur y de Victoria, las temperaturas declinaron y las lluvias provocaron algo de alivio en estas regiones.
«Pese a que ha sido una larga y difícil noche, esta mañana (ayer) nos alegra que no haya pérdidas de vidas ni daños materiales importantes» indicó este sábado a la prensa la primera ministra de Nueva Gales del sur, Gladys Berejiklian.
Se espera que estas mejoras de las condiciones meteorológicas duren una semana, lo que dará a los bomberos más posibilidades para controlar los incendios.
La temporada de incendios, particularmente precoz y virulenta, ha causado ya 26 muertos en Australia, reducido a cenizas una superficie equivalente 10 millones de hectáreas, una superficie similar a la de Portugal o Corea del sur, y destruido más de 2.000 casas.