La realización del mayor evento de música latina del mundo fue empañada por las protestas y los enfrentamientos con la policía registrados en las cercanías de la sede de los espectáculos
El Festival de Viña del Mar, considerado el mayor festival de música latina del mundo, cerró el pasado viernes su 61ª edición, la más convulsa de los últimos años por la crisis social que vive Chile y por las protestas y enfrentamientos con la policía registrados en las cercanías de la sede de los espectáculos.
El reggaetón del puertorriqueño Ozuna y el pop de la chilena Denise Rosenthal fueron los platos fuertes de la clausura a una programación que arrancó el domingo pasado con la actuación de Ricky Martín y siguió en las sucesivas jornadas con artistas como Pablo Alborán, Ana Gabriel, Pimpinela y los estadounidenses Maroon 5.
La última polémica
El concierto de la banda de Adam Levine protagonizó una de las mayores polémicas, por la demora con la que comenzó, pero sobre todo por la desgana con la que se presentó el grupo y por no adaptarse al formato del festival, no hacer bises ni querer recibir la emblemática Gaviota, símbolo del evento.
«Esto es un programa de televisión… no un concierto», se oyó criticar al vocalista -según un video grabado con celular- al salir del escenario del anfiteatro de la Quinta Vergara, sede del festival, que es emitido por televisión en multitud de países.
En otras imágenes, y con una mala calidad que impide distinguir del todo a los interlocutores, la prensa local también asegura que el cantante, de 40 años, llamó «maldita ciudad» a Viña del Mar y dijo «imbéciles» al dirigirse a los camerinos después de acabar el espectáculo, que duró poco más de una hora.
Festival blindado
La seguridad en torno al anfiteatro de los conciertos se vio este año reforzada para evitar que las protestas convocadas en su contra, que siguen la estela de las que en todo Chile se registran desde octubre pasado para clamar contra la desigualdad social, pudieran afectar a los espectadores y los espectáculos.
El día inaugural, y en menor medida las jornadas venideras, se vivieron horas de furia por los fuertes enfrentamientos entre manifestantes -que exigían que se cancelara el evento al considerar que la ciudad y el país tienen otras prioridades- y la policía, que reprimió las movilizaciones con gases lacrimógenos y diversas detenciones.
Los disturbios llegaron hasta el emblemático Hotel O’Higgins, uno de los principales de la ciudad y sede de actividades paralelas, lo que llevó a aplazar un día el comienzo del concurso de la canción -no los conciertos de las estrellas internacionales-, y a cancelar la obertura artística por los inconvenientes de producción.
Acusaciones de censura
De forma paralela y a lo largo de toda la semana no faltaron acusaciones por presunta censura de la organización del festival.
No se permitió entrar pancartas hechas al recinto -sí se entregó material dentro para escribir carteles- y usuarios de las redes denunciaron en la primera noche que la transmisión televisiva canceló el sonido ambiente, lo que impedía escuchar los gritos del público, que en diversas ocasiones fueron contra los Carabineros (policía militarizada) y el gobierno de Sebastián Piñera.
Asimismo, el «monstruo», como se conoce al público del Festival, no paró de chiflar el miércoles durante alrededor de una hora, para denunciar una supuesta censura al grupo chileno Fusión Humor, que no pudo hacer los tradicionales bises tras recibir las Gaviotas de Plata y Oro por su actuación, en la que no faltaron comentarios sobre el estallido social. «La gente quizá no sabe por qué nos cortan, pero técnicamente es por un tema de tiempo. Reitero: no hay ningún tipo de censura», aclaró Cebolla, uno de los comediantes.
Los espectáculos humorísticos del festival son altamente populares, e impactan fuertemente en la actualidad política del país.
Música y activismo
Ricky Martin abrió la veda. Ya en la rueda de prensa anterior a su concierto anheló que lo que está ocurriendo en Chile «sirva de efecto dominó para todas las partes del mundo donde hace falta que se escuche».
«Que exijan lo básico (los chilenos), los derechos humanos, es básico, no pedimos nada. Siempre con amor y con paz, pero nunca callados», lanzó ya durante el show mientras las calles ardían en la primera noche de la edición.
Pero sin duda fue el lunes cuando más reivindicación se vivió en la Quinta Vergara, con la actuación de Mon Laferte, una de las voces más críticas con el gobierno y denunciante de presuntas violaciones a los derechos humanos por parte de la Policía en las protestas de los últimos meses. «¡Si me tienen que llevar presa por decir lo que pienso, llévenme presa!», gritó la chilena, que hizo un largo discurso contra la decisión de Carabineros de pedir que declare ante la Fiscalía por unas manifestaciones que hizo el año pasado en las que acusó a las fuerzas de seguridad de provocar incendios en las protestas en Santiago. «El que no salta es paco (policía)», y «Sin censura, sin censura» fueron algunos de los gritos del «monstruo» en la noche de Laferte.
También la mexicana Ana Gabriel puso su grano de arena a la polémica: «El último país que yo pensé que fuera a caer en las manos y garras de algunos pocos, cayó», afirmó. «Así es que, amigos chilenos, no se dejen. Recemos por este país», concluyó, en medio de fuertes críticas en Twitter por su supuesto mensaje contra el estallido social.
RECUADRO
Tricolor venezolano
El tricolor venezolano estuvo presente en la edición 61° del Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar en el anfiteatro de la Quinta Vergara, que inició el pasado domingo 23 de febrero, en medio de disturbios.
Durante la noche del pasado lunes se reprogramó la competencia folclórica y la competencia internacional. En ambas categorías figuraron cantantes venezolanos. Uno de ellos fue el marabino Andree Gález, quien participó con la canción propia Lejos de mi tierra, una presentación muy emotiva en la que el joven intérprete destacaba que “los buenos somos más” y además, al fondo del escenario se pudo ver la bandera de Venezuela.