No son pocas las grandes epidemias y pandemias que han azolado distintas partes del orbe. La disentería, el tifus, la escarlatina o la viruela son conocidas como armas letales de la antigüedad, sin hablar de la peste bubónica
Hoy el mundo hace frente a una situación de pandemia mundial por el covid-19 o coronavirus, tal como ha sido anunciado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) frente al hecho de la expansión global que conoce el virus por todo el planeta. El pánico generado en muchos países, que ha suscitado compras nerviosas, cierre de escuelas y fronteras, anulación de vuelos y confinamientos de individuos, entre otras medidas adoptadas en dependencia de las regiones, pareciera indicar una evolución (¿o involución?) en el comportamiento social frente a una coyuntura de este tipo, sobre todo si nos atenemos a las informaciones difundidas sobre la escasa tasa de mortalidad que el virus conlleva.
En el pasado reciente, las crisis producidas en 2009 por la Influenza A (virus H1N1), la gripe “asiática” de 1960 o la gripe “española” de 1918, no tuvieron, ni mediática ni políticamente, el mismo impacto en la vida cotidiana de millones de personas, que se encuentran imbuidas en un estado de ansiedad del cual los grandes medios de comunicación participan voluntaria o involuntariamente. Sin minimizar por supuesto el riesgo y consecuencia de este nuevo virus, resulta en todo caso curioso verificar cómo la data científica disponible, que es particularmente optimista, no logra disminuir la matriz de temor y preocupación en una población cautiva de información.
Históricamente, no son pocas las grandes epidemias y pandemias que han azolado distintas partes del orbe. La disentería, el tifus, la escarlatina o la viruela son conocidas como armas letales de la antigüedad, sin hablar de la peste bubónica, que ya en los inicios de nuestra era cristiana era señalada por el historiador bizantino Procopio de Cesaria por haber decimado no menos de 10.000 personas en Constantinopla. Incluso hoy, cuando se hace ver con cierto amargor que el coronavirus proviene de China, sería preciso recordar que la peste negra que decimó a Europa en el siglo XIV provenía de Mongolia, en lo que el historiador Philippe Eliakim considera incluso el primer acto de guerra bacteriológica conocida, pues se inició en el marco de una confrontación durante la cual los mongoles lanzaron, a sus contrincantes genoveses, los cadáveres de compatriotas contaminados. El resultado es conocido: alrededor de 25 millones de fallecidos.
Más cerca de nuestras fronteras, imposible dejar de recordar las consecuencias sanitarias de la conquista española en América: gérmenes y bacterias desconocidas para los indígenas terminaron en muchos casos por serles más fatales que las propias espadas de sus verdugos. La fiebre tifoidea decimó a más de la mitad de los mexicas y aztecas de Mesoamérica y la misma situación se reprodujo continuamente en la medida en que avanzaban las tropas invasoras.
Lejos, pues, el coronavirus de las terribles cifras de sus primos del pasado, el pánico y la ansiedad de nuestros días deben ser cautelosamente analizados para evitar una escalada emocional que mantenga a la población en un estado innecesario de vilo permanente. Ello no quiere decir, bajo ninguna circunstancia, que no deban tomarse las medidas de prevención y contención de la pandemia, las cuales deben ser apoyadas y aplaudidas; tampoco puede significar tomar a la ligera las medidas de precaución de higiene sugeridas por la OMS. Pero sí supone revisar una vez más el rol de los “mass media” en el tratamiento informativo, así como evitar que este tipo de situaciones dejen a un lado las crisis estructurales de guerra, hambre, pobreza y destrucción patrimonial que siguen su curso y para las cuales, lamentablemente, tampoco se han conseguido aún vacunas eficaces.
RECUADRO
Algunas cifras
Mientras en China todo indica que el coronavirus ya se encuentra en regresión, en Europa todavía se está en fase de contagio. China envió 26 toneladas de suministros médicos a Italia, país que ha alertado a sus socios europeos del colapso de sus reservas sin tener eco alguno. Un componente médico desarrollado por Cuba ha sido clave para lograr tratamientos efectivos en el corto plazo.
En Francia, se suspendieron las escuelas y centros educativos a partir del 16 de marzo como una medida para evitar la propagación del virus a mayor velocidad que la ya existente. Igualmente se han prohibido reuniones de más de 100 personas.
Venezuela también ha hecho frente a la pandemia, cancelando vuelos provenientes de Europa y poniendo en marcha un dispositivo de prevención. Por cierto que resulta imprudente que la intolerancia política regional impida las coordinaciones con los vecinos Colombia y Brasil, tal y como ha denunciado el canciller Jorge Arreaza. Politizar el tema de la salud internacional haría de la pandemia global un caos global.
Héctor Constant Rosales