El pasado lunes 20 de abril, vivimos el día menos pensado para la industria petrolera mundial. El petróleo estadounidense West Texas Intermediate para entrega en mayo padeció una caída tan aparatosa que pasó de cotizarse a US$18 por barril al inicio del día a un precio negativo de US$ -35,22 al cierre.
Seguramente muchos venezolanos recordamos aquella frase que quedó para la historia del “petróleo a cero”. Sabemos ya –y lo hemos padecido– que el oro negro es un bien sumamente fluctuante, que en un momento puede inundar al país de riqueza y al otro ponernos a pasar por el desierto de las vacas flacas, más allá de las buenas o malas administraciones que se hagan del mismo.
Pero, ¿llegar a cero realmente? Y peor aún: ¿cotizar negativo? Pues sí. Y eso fue lo que sucedió. ¿Por qué?
Según explican expertos en diversas publicaciones especializadas, lo acontecido se debió a que la capacidad de almacenamiento de la industria llegó a su tope por el bajo consumo; entonces los productores se vieron incluso en la necesidad de pagar para que el petróleo fuera retirado. Y a ello se debió que, mas allá de llegar a precios mínimos históricos, se registrara lo que muchos vimos asombrados como una cotización negativa.
Este lunes para el recuerdo terminó de enterrarse el mito de la robustez e invulnerabilidad de la industria petrolera, sobre el cual tercamente nuestros gobiernos han dejado la suerte del país, jugando a una ruleta rusa que cada vez luce más peligrosa.
Y en la cual, por cierto, ya no tenemos manera de echarnos atrás.
Lo vivido demostró que, por primera vez en la historia para el crudo era posible cotizar a un valor negativo, generando gran conmoción en el mercado energético.
El desplome reflejó las dificultades que ha estado experimentando el negocio petrolero mundial debido al exceso de producción y al frenazo de la demanda como consecuencia de la pandemia de coronavirus.
Volvemos a la tirana ley de oferta y demanda. El desplome en el consumo de combustible por el COVID-19 fue tan brutal como inesperada.
En el momento actual prácticamente el mundo entero está en cuarentena. No hay consumo de combustible en los carros, ni en los aviones, ni en los barcos. La caída del mercado ha sido tan dramática que podía suceder literalmente cualquier cosa.
Y por supuesto, no podemos esperar otra consecuencia: son malas noticias para Venezuela.
La caída de los precios del petróleo suele ser una novedad bien recibida en los países consumidores y un motivo de preocupación para los productores. En este sentido, también impactará en Colombia, México y Brasil, entre nuestros vecinos más cercanos.
Sin embargo, en esta tierra nos toma especialmente en un momento adverso, ya que hoy en día estamos viendo seriamente golpeados a los dos elementos que determinan nuestro ingreso petrolero: la producción –que ha caído sostenidamente– y el precio.
Ya es común decir que no se tomaron las previsiones durante la bonanza de la década pasada. No se ahorró, no se invirtió. La cuarentena mundial era el elemento que faltaba para que la vulnerabilidad de nuestro país nos deparara una tormenta perfecta.
Sin embargo, no todo son malas noticias. Al día siguiente el crudo volvió a cotizar en positivo, para los contratos futuros de entrega en junio, cuando se espera que hayamos pasado lo peor de esta situación.
Pero algo es cierto: el planeta está pasando por uno de sus momentos más adversos. No falta quien lo compare con la depresión de 1929 o con la Segunda Guerra Mundial.
En nuestra nación seguimos dependiendo medularmente del petróleo y ya hemos aprendido cuán volátil es este mercado, en sentido literal y metafórico. No va a estar fácil que se recupere, no solamente por el reflujo del coronavirus y su confinamiento subsecuente; sino también por las mismas situaciones endémicas de esta industria tan conflictiva: sobreproducción y guerra de precios, entre otros elementos perturbadores que están fuera de nuestro alcance.
Eso, para no hablar de los que sí podríamos controlar fronteras adentro, pero que están a la deriva desde hace rato, atentando contra la capacidad productora de la que una vez fue una empresa de referencia mundial.
Si bien no hemos llegado al “fin de la historia”, como parecía ser el lunes pasado, sí debemos tener claro que estamos más empantanados que la semana anterior. Y el panorama es bastante incierto. No queda otra que admitirlo. Si lo es para el mundo, con mayor razón para los venezolanos.
Un viejo chiste en el sector petrolero dice que el mejor negocio del mundo es una petrolera bien manejada, y el segundo mejor negocio del mundo, una petrolera mal manejada. Pareciera que ahora, en medio del escenario actual, el peor negocio es una petrolera en tiempos de cuarentena.