En la columna anterior hablábamos de la necesidad de cambiar nuestras vestiduras espirituales para poder presentarnos delante de Dios.
Y de la importancia de reconocer que todos estamos alejados de Dios por la naturaleza pecaminosa que traemos al nacer.
Sin embargo, esta realidad que todos confrontamos tiene solución en Cristo Jesús.
¿De qué manera?
Primero veamos el mensaje que nos envía el Padre.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” Juan 3:16.
Esta es la hermosa promesa que el Padre nos da en las Santas Escrituras y que Jesucristo la cumple en cada uno de nosotros, cuando lo recibimos como Nuestro Señor y Salvador personal.
Pero usted se preguntará, ¿qué tiene que ver ese texto con las vestiduras nuevas?
“Si de veras se les habló y enseñó de Jesús según la verdad que está en él. Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; ser renovados en la actitud de su mente; y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad”. Efesios 4:21-24.
Cuando nos arrepentimos de nuestros pecados ante Dios y le entregamos nuestra vida a Jesucristo, nos convertimos en una nueva criatura y comenzamos una nueva vida digna ante sus ojos.
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. 2 Corintios 5:17.
Ser cristiano no es profesar una religión, es tener una relación personal con Jesucristo como Salvador y Señor de nuestra vida.
Dios te bendiga y te guarde, hasta el próximo encuentro con La Palabra de Dios.
Lic. Beatriz Martínez (CNP 988) beaperiodista@hotmail.com