GASOLINA: FANTASMA Y PRECIO

El fantasma de Febrero-89 por fin descansará en paz. Dejará de vagar por toda Venezuela presagiando (como lo hacía) el estallido social al menor asomo de ajuste en el precio de la gasolina, al nivel que permitiera tan solo reponer su costo de producción interno. Un serio problema económico, cuyas pérdidas asociadas llegaron a rondar los 12 mil millones de dólares-año, y que gracias al fantasma del llamado Caracazo-Guarenazo, construyó sólidos anclajes en la psicología social del venezolano (incluida la clase política) que por tres décadas impidieron el necesario ajuste de precios, sosteniendo así uno de los subsidios más onerosos en la historia económica de la República.

Tal vez el momento de mayor oportunidad para producir el ajuste de precio requerido fue el año 2016, con motivo de la existencia del Consejo Nacional de Economía Productiva, organismo en el cual se impuso la tesis conservadora que evitó la resolución estructural del problema, lográndose solo un tímido aumento que pronto se diluyó. Y así, en esa dialéctica fantasmal la gasolina se convirtió, desde 2019, en la única mercancía sin precio alguno en las estaciones de servicios. Su precio irrisorio lo fijaban el despachador y el consumidor, en algunos casos era cero, literalmente regalada. Los efectos de la crisis y la guerra económica sobre el nivel de ingresos de la población reforzaron la idea de que la gasolina no debía cobrarse, por tanto, no debía fijársele precio bajo ningún parámetro, a pesar de que en agosto de 2018 el Gobierno anunció esa posibilidad.

Con la entrada de la Pandemia del COVID-19, el desplome total de la economía petrolera, y la agudización de la situación de las refinerías nacionales, apareció con fuerza el problema de la distribución de gasolina. De nuevo la escasez con sus efectos visibles, similares a las del paro petrolero de 2002, las largas colas en las estaciones de servicios, el tráfico y la venta ilícita, la corrupción de funcionarios inescrupulosos, coparon la escena del mercado interno. Debe reconocerse la eficiencia de nuestro Gobierno en el manejo de esta difícil situación, y la conciencia ciudadana para afrontarla.

El establecimiento de los precios recientemente adoptados (intencionalmente no uso los términos aumento ni ajuste, sencillamente porque no se puede ajustar ni aumentar un precio inexistente) generó diversas reacciones: unos se preguntaron por qué ahora en medio de la Pandemia, con la situación salarial existente; otros, han señalado que es preferible que se le haya colocado un precio y se garantice el abastecimiento normal, acabando con la situación de escasez y las colas agotadoras; hay quienes se muestran totalmente de acuerdo con que se cobre la gasolina a precio real y se mantenga el mercado abastecido; y también, quienes todavía siguen pensando por diversos motivos (dentro de ellos el tormento fantasmal) en la inconveniencia de haber tomado la medida en las actuales circunstancias. Para este último grupo, el tema de la gasolina debía manejarse a partir de aquella vieja expresión que aún se conserva en las bodeguitas: “hoy no fio, mañana si» es decir, para ellos siempre habría una realidad que no permitiría colocarle un precio a la gasolina.

Al adoptarse la tabla de precios referenciados en dólares y petros, a partir del abastecimiento del mercado nacional por convenio con la República Islámica de Irán, la situación se normalizó rápidamente. Que lectura podemos dar a esta nueva realidad: 1. El abastecimiento es suficiente para la demanda actual. 2. El nuevo sistema mixto de precios (precio subsidiado, precio internacional; pagos en bolívares, dólares o petros) desactivó la demanda excesiva. Como ya no se regala, y no puede revenderse, se usa de forma más racional. Aquí pudiera decirse que para algunos la conciencia le nació desde el bolsillo. 3. Buena parte de la demanda era artificial, vinculada al llamado bachaqueo, gasolina recibida gratis y vendida en dólares.

En la más estricta noción de racionalidad económica, y del más elemental sentido común, se colocó punto final a una situación aberrante: el hecho de que un producto industrial derivado del petróleo como la gasolina, generado con insumos importados pagados en divisas, en un país de economía capitalista dominante como Venezuela, no tuviera ningún precio en el mercado. A los que piensan distinto (respetando pero no compartiendo su opinión) les digo que piensen tan solo en lo siguiente: es posible creer que pueda existir un país en este sistema-mundo moderno en el cual vivimos sin ser una isla, cuyas autoridades políticas, financieras o económicas, puedan sostener la idea de prestarle dinero o invertir sus capitales en una Nación con una crisis como la de Venezuela, para que pueda recuperar su industria petrolera (y en medio de esta recesión mundial) observando que uno de los principales productos derivados del proceso de transformación industrial del petróleo ES REGALADO POR EL ESTADO A SUS CIUDADANOS, es decir, distribuido sin ningún precio?. Además, creo oportuno cumplir con informarle, que ningún país del mundo regala combustible a otro país, así que no vayan a creer que Rusia, China o Irán nos van a mandar gratis el combustible. Fiado (fiao) tal vez (la palabra refinada es a crédito) pero no gratis, en algún momento habrá que cancelarlo, en dinero efectivo o en especie.

De la nueva realidad en la que hemos entrado respecto a los combustibles, varias lecciones debemos extraer:
1. Que aún en momentos difíciles es necesario tomar decisiones riesgosas. Esta actualización del tema gasolina en el presente y complejo escenario ha sido, sin duda, una decisión además de riesgosa, audaz y valiente del presidente Nicolás Maduro.
2. Que en economía no hay subsidio total eterno o infinito, que pueda ser soportado en todo momento por el sistema económico independientemente de su filosofía política.
3. Que también en economía el tiempo cuenta, tanto, que Carlos Marx en su momento, planteó que el valor de la mercancía dependía del tiempo socialmente necesario para producirla. A veces, posponer en el tiempo decisiones lógicas y oportunas, aumenta los riesgos y daños que intentan evitarse con su aplicación.

Fantasma febrerista, descansa en paz !.

Por: Rodolfo Sanz

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