David Uzcátegui
Los venezolanos hemos agregado ya desde hace unas cuantas semanas la incertidumbre del COVID-19 a la extensa lista de angustias que nos complican la vida. Sin embargo, más allá de los matices que presente esta situación dentro de nuestras fronteras, hay que decir que más allá tampoco las cosas pintan bien.
La directora de la Organización Panamericana de la Salud, Carissa Etienne, asegura que la pandemia del nuevo coronavirus no “muestra señales de disminución” en América, y agregó que el virus está llegando a países de la costa noreste del continente, con aumentos en los casos de Bolivia, Ecuador, Colombia y Perú.
A países como Perú, que tomó medidas de contención y mitigación tempranas, por ejemplo, le han afectado además su alta tasa de economía informal, grandes grupos de poblaciones vulnerables, además de altas tasas de otras enfermedades como tuberculosis y desnutrición.
También el gigante del sur, nuestro vecino Brasil, registra cifras que encienden las alarmas, entre quienes se cuenta su presidente, Jair Bolsonaro: es otro entre los dos millones de contagiados que se contaban para el 22 de este mes de julio en nuestro vecino mayor. Y volvió a dar positivo. Una información que es para inquietarse.
Tradicionalmente nuestra frontera con los brasileños no ha sido de las más calientes; per eso ha cambiado en los últimos tiempos y por lo tanto cualquier precaución se queda corta.
En nuestra región, «la más inequitativa del mundo», el COVID-19 no es el único reto de salud, asegura al servicio de noticias alemán DW el Dr. Marcos Espinal, director del Departamento de Enfermedades Transmisibles de la Organización Panamericana de la Salud. «Tenemos tuberculosis, malaria, dengue. Vamos a tener influenza ahora que viene el invierno en el sur.»
Importantes vocerías a nivel internacional se contradicen en el cómo y en el modo, pero tienden a coincidir en que no solamente el peligro no ha pasado: además es evidente una nueva oleada; o quizá más bien un repunte de la misma, que no ha terminado de superarse.
Y estamos nombrando los países más cercanos a nosotros, por lo cual es obvio que el nivel de inquietud es alto. Pero no podemos dejar de tomar en cuenta que, en latitudes más distantes, como México y Estados Unidos también una nueva ola de incertidumbre solapa al a que ya se creía superada y derrumba en poco tiempo el moderado optimismo que empezaba a levantarse.
Incluso mandatario que habían tomado la situación a la ligera, como fue el caso de Andrés Manuel López Obrador en México, han tenido que recoger sus palabras ante una realidad de creciente avasallamiento. Más de 350 mil casos y 40 mil muertes han demolido al escepticismo con el cual su gobierno enfrentó inicialmente a la pandemia.
Otro caso es el del presidente estadounidense Donald Trump, quien era partidario de mantener activo el país para evitar un colapso económico y ahora, por primera vez apareció utilizando una mascarilla; mientras estados como Florida hablan de volver atrás en las medidas de cierre, por la incidencia tan alta de casos. La nación del norte superó esta semana los mil cien fallecidos en un solo día. Trump por fin lo dijo claramente: la situación en EEUU empeorará aún más antes de empezar a mejorar.
Sin embargo, hay que recordar que, según el doctor Espinal, «El país que más casos tiene no significa que es el que peor lo está haciendo».
El sur de Europa y la región balcánica están mostrando tendencias preocupantes, según Mike Ryan, de la Organización Mundial de la Salud; con lo cual también se desploma la creencia de que el viejo continente ya iba de salida. Y el mismo funcionario hace un anuncio preocupante: “La enfermedad está empezando a acelerarse en África”.
Pero volviendo a nuestro vecindario, el panorama es inquietante. No tenemos las mejores condiciones sanitarias y ya es una conclusión entre voceros de la ciencia el hecho de que enfermedades preexistentes –como las cardiovasculares o la diabetes– son un factor que incrementa el riesgo de los contagiados. A esto hay que sumar que, en adultos mayores, se incrementa el peligro debido a su edad.
Lo más sensato es aprender de lo poco o mucho que se haya podido hacer exitosamente.
Por ejemplo y según la misma OMS, varios países del Caribe habrían implementado efectivas restricciones a los viajes para controlar brotes localizados y, como resultado, ahora habían podido reanudar los viajes no esenciales.
A nivel internacional, esta pandemia deja una clara lección a los políticos en nuestras sociedades, según concluye el doctor Espinal: «La necesidad de incrementar la inversión pública en salud en todos nuestros países», paulatina y sostenidamente. Y recuerda que la mayoría no llega al mínimo que recomienda la OPS: un 6 por ciento del PIB.