Las venezolanas mejor que nadie podemos dar un diagnóstico de la situación actual del país, porque a diario vivimos las calamidades provocadas por este régimen hambreador, represivo y corrupto. Sabemos de servicios públicos ineficientes, de una economía que le entrega a las mafias lo que le pertenece a la población, de la represión contra los pobres y contra quien se atreva a opinar diferente a aquellos que han secuestrado la dirección del Estado. Conocemos de desempleo, de salarios miserables, de las carencias en salud y educación, y de cómo se han cerrado para la inmensa mayoría los caminos del ascenso y la estabilidad social.
En estos largos años hemos participado en todo tipo de acciones de protesta y denuncia contra la dictadura. Por las calles de pueblos y ciudades reclamamos nuestros derechos; aquí y en el extranjero se han oído nuestras voces. No nos cansamos de exigir agua, luz, gas, comida o medicinas; salarios dignos, seguridad social y atención integral para los más vulnerables, niños y ancianos. Las que se atreven a más, lideran estas movilizaciones populares.
Luchar nos ha enseñado que podemos ser muy fuertes cuando nos unimos en los reclamos. Es un paso de avance. Sin embargo, esta lucha nos ha mostrado también que no basta exigir o incluso lograr esas reivindicaciones. Los problemas solo podrán empezar a resolverse de verdad cuando tengamos un cambio político, una dirección distinta guiando el destino nacional. Para ello hay que constituir las Asambleas Ciudadanas, y ejercer desde allí un poder capaz de debilitar al régimen y organizar las fuerzas populares para instaurar un gobierno democrático, de unidad nacional, donde se vean representados los intereses de los diversos sectores sociales. Un gobierno que rescate la soberanía del país y oriente los recursos públicos hacia el progreso y el bienestar de la población.
En nuestra historia tenemos ejemplos valiosos de mirandinas que supieron asumir el reto de participar en la política, que se comprometieron a lograr los cambios, que marcaron la ruta que las mujeres de hoy podemos y debemos recorrer si queremos lograr transformaciones verdaderas. Entre muchas podemos mencionar a la valiente heroína de la independencia Eulalia Buroz, nacida en Tacarigua de Mamporal y muerta en combate contra los realistas; y a Argelia Laya, docente, activista política y luchadora social por los derechos de las mujeres, conocida como “Comandante Jacinta”, oriunda de Río Chico.
En estos tiempos, Miranda sigue pariendo dirigentes políticas al servicio de Venezuela. Resaltamos en una extensa lista a Sairam Rivas, trabajadora social nacida en Guatire, quien estuvo prisionera en la cárcel del Helicoide y es la actual Secretaria General de la Unión de Jóvenes Revolucionarios (UJR); y a la abogada petareña Susana Rojas, destacada Secretaria General Adjunta de la Dirección Regional de Bandera Roja Miranda.
En el plano nacional son numerosas las compañeras que abren caminos a la transformación del país, como nuestras diputadas a la Asamblea Nacional, consecuentes en la defensa del único Poder Público legítimo en Venezuela, merecedoras de nuestro mayor respeto; las abogadas y defensoras de derechos humanos que a su vez acompañan a las presas políticas, a las perseguidas y expatriadas; las valientes y arriesgadas periodistas, que enfrentan a diario las agresiones de los matones enviados por la dictadura para acallar su voz, que es la nuestra; y desde hace muchos años pero ahora más que nunca, las doctoras y enfermeras que viven en permanente peligro y se mantienen junto a sus pacientes, sin dejar de reclamar al Estado su irresponsabilidad y desidia en el manejo de la crisis del Covid-19.
Una mención especial en este trabajo se la dedicamos a las pensionadas y jubiladas. Mujeres que trabajaron toda su vida y aspiran con justicia a una vejez tranquila, se ven acorraladas por el hambre y la falta de recursos mínimos para una subsistencia digna a la que tienen todo el derecho. Hace unos días, en una nueva muestra de valor cívico, enfrentaron a un militarote que pretendió sin éxito arrebatarles la Bandera Nacional en pleno centro de Caracas. Bravo por ellas, reserva moral de Venezuela.
Tenemos muchas lideresas excepcionales. Nuestro país reclama muchísimas más. Las mujeres que hoy adversan con coraje a la dictadura necesitan formarse como dirigentes políticas, con una visión integral de las luchas y con capacidad para unirlas y encauzarlas en un solo gran torrente en rebelión que arrastre de una vez por todas al basurero de la historia a este régimen nefasto y nos permita avanzar en la reconstrucción de un país libre y próspero para nuestra gente. Así será, más temprano que tarde. De nosotras depende la Venezuela que amamos.
*Clara Linares*
Julio 28, 2020