Redactada por David Uzcátegui
Por supuesto, estamos parafraseando una famosa película, titulada “Cuando el destino nos alcance”. Pero es que, en nuestro país, el destino parece estar excesivamente ligado al dólar.
Sí, a la moneda que tanto se ha relegado, que estuvo incluso alguna vez prohibida y fue perseguida, que se nombraba en voz baja y que era la protagonista de un ominoso mercado negro, cuya posesión en algún momento se consideró delito.
Pero también, y parafraseando a otra película, la divisa estadounidense era “ese obscuro objeto del deseo”. Representante de una ambición grosera y desmedida para unos; para otros la única posibilidad de acceder a bienes y servicios en unos niveles de calidad decentes. Para algunos, una moneda de cambio sencillamente inalcanzable y para otros más, el símbolo del satanizado imperio, el enemigo forjado de la épica revolucionaria.
Hoy, el dólar reina en Venezuela. Esa es la realidad. La moneda de referencia en el mundo entero ha sido el refugio de los connacionales en un país sin coordenadas ni perspectivas.
El bolívar soberano se desvaneció más rápidamente de lo que apareció, llevándose con él al ya olvidado y anecdótico bolívar fuerte. Nuestra moneda original, el bolívar, ya es historia desde hace rato. Y del petro es mejor no hablar, porque sencillamente nadie recuerda su existencia. La única manera de tasar un valor referencial de bienes y servicios en el agujero negro que es la economía venezolana, es pidiéndole ayuda a George Washington.
Para tener un panorama de hasta dónde ha alcanzado esta situación, Asdrúbal Oliveros, director de la firma Ecoanalítica, declaró recientemente: “Estamos presentando un estudio de dolarización entre el 20 al 22 de julio en 59 establecimientos de la ciudad capital para conocer cómo paga la gente. En la medición 56,6% de las transacciones se pagaron con dólares y de este universo 51,4 % lo realizó con moneda estadounidense en efectivo. El uso de tarjetas de crédito o débito internacionales fue de al menos 18%. El 98,8% de las compras de electrodomésticos se hizo con divisas”.
Es que nos descuidamos unos días y el signo monetario extranjero agarra más y más terreno. ¿Cómo se ha “democratizado” de tal manera? Esa es una pregunta muy interesante, porque este bien tan prohibido ha permeado todas las capas de una sociedad sumamente golpeada.
En mucho han tenido que ver los millones de venezolanos que han emigrado y que envían remesas a sus familias. Una situación que, por cierto, reproduce a la de la diáspora cubana en Miami, que ha hecho lo propio durante décadas.
Esto ha puesto en manos de amplios sectores de nuestra sociedad una manera de transar bienes que se aproxima al sentido común y ha hecho que circule ampliamente entre nosotros.
También están los profesionales que tienen la fortuna de poder vender sus conocimientos y servicios a terceros países desde nuestro territorio, salvando las dificultades tecnológicas que amenazan con complicar todo y que ciertamente lo hacen; pero aquí pesa una vez más el ingenio de nuestro gentilicio para salir adelante.
Y por supuesto, también están quienes hacen grandes negocios de todo tipo y que ahora no deben andar con el pudor asociado al signo verde durante casi dos décadas. El juicio moral desapareció. Hoy somos pragmatismo puro.
Siguiendo con lo referido por Oliveros, en ese mismo estudio se reveló que el promedio de compras es de 148 dólares. En lo referente a ropa y calzado 93,9% de las compras correspondió a este tipo de rubro. El 51,5% de las compras registradas en el estudio correspondió al rubro de alimentos.
Lo cierto es que el “enemigo” penetró nuestra economía hasta los tuétanos. El dólar nos alcanzó. Hoy está en las tripas del país y, si esto era una guerra, adivinen quién la ganó. Las teorías económicas que muchos quisieron saltar, tomando a los venezolanos como ratones de laboratorio, terminaron llevándose todo por delante y demostrando una vez más que, efectivamente, son leyes en su campo.
No es de extrañarse, ya que esta historia no comenzó ayer. Desde aquel feroz control de cambio instaurado en el lejano año 2003, la moneda norteamericana no ha hecho sino trepar a paso de vencedores. Y es que no hay que tener tres dedos de frente para saber que lo prohibido se dispara. Aún no sabemos si estábamos en manos de quienes no lo sabían o de quienes tomaban partido de las conveniencias de esta situación.
¿Cuál será la próxima etapa de la economía venezolana? Porque esta era sumamente previsible, desde que los hacedores de políticas monetarias se comieron descaradamente la flecha. Muchos advertimos que iban a provocar el efecto opuesto. Y así fue. ¿Cómo se remienda ahora esta dimensión desconocida en la cual subsistimos? Las salidas existen y están a mano. Falta ver cuándo serán aplicadas.