Los cuantiosos beneficios derivados de la masificación informativa también suponían la creación de mundos paralelos en los cuales la ficción y las noticias falsas constituyeran espejismos alejados de la realidad
Desde el punto de vista social, la realidad de estos tiempos de pandemia global nos permite analizar a gran escala un conjunto de fenómenos educativos desafiantes que, además, podrían suponer grandes cambios formativos en los años por venir.
En primer lugar, queda en evidencia la imbricada diferenciación que existe entre el mundo “interconectado” y aquel que no lo está, con las subsecuentes secuelas en ámbitos tan delicados como la educación o la cultura. Ya a finales del siglo XX, notábamos con alarma que la globalización y las redes podían ser un arma de doble filo: los cuantiosos beneficios derivados de la masificación informativa también suponían la creación de mundos paralelos en los cuales la ficción y las noticias falsas constituyeran espejismos alejados de la realidad. Hoy, además, debemos sumar que el acceso al internet y a su compleja maraña de redes sociales ha supuesto un indicador adicional para diferenciar entre zonas ricas y pobres del planeta.
Por ejemplo, el covid-19 ha generado que la vuelta a clases sea muy particular para una gran cantidad de niños y jóvenes, siendo que muchos cursos serán virtuales y que gran parte de la población estudiantil no tiene acceso al internet. De acuerdo a la Unesco, mil millones de estudiantes se enfrentan actualmente al cierre de escuelas o a la incertidumbre. Las poblaciones más vulnerables, como niñas o niños en edad de trabajar, tendrán aún mayor dificultad de retornar a las aulas con el subsecuente peligro para su continuidad formativa. Ello pone de relieve que en aquellos países con mejor acceso a las redes, las posibilidades de mantener y consolidar un proceso educativo formal son francamente mayores que en poblaciones con dificultades de conexión digital. Y a largo plazo eso se traduce en el fortalecimiento de la división internacional del trabajo y de la desigualdad mundial en el reparto de la riqueza, con regiones del planeta dedicada a labores precarias mientras que otras regiones –minoritarias- se concentran en la generación de servicios y tecnología de punta.
Existe, pues un riesgo mayor a que gran parte de las generaciones actualmente en edad escolar pierdan su relación directa con la Escuela como centro formal de acceso al conocimiento, para lo cual deben ponerse algunas barreras mínimas que ayuden a contener una posible banalización de la educación. En efecto, la actual situación también ha promovido un incremento del uso de las redes sociales con fines meramente recreativos, que se inscriben en la tendencia de los “espejismos” que resultan peligrosamente adictivos por el número de horas dedicadas a la reproducción de mensajes con poco contenido formativo. Frente a ello se impone la recuperación del espacio familiar como epicentro de la educación, así como el rescate de métodos tradicionales de enseñanza, como la oralidad practicada por grupos indígenas y poblaciones tribales. El rol de padres y abuelos es esencial para afianzar principios y transmitir legados culturas alejados de los espejismos anclados en la vida perfecta de Instagram.
Debe trabajarse para que este escenario pandémico pueda ser el inicio de una transformación sustantiva en vez de una desastrosa degradación de la educación. Ello aplica igualmente en el sector universitario, donde la deserción estudiantil y el acceso o no al internet –tanto para estudiantes como para docentes- también condicionan la continuidad de la formación. Se demuestra cada vez más que la movilidad estudiantil y el diálogo científico pueden ser potenciados a través a distancia, con lo que se abren nuevas formas de cooperación que han de ser aprovechadas.
RECUADRO
Breves internacionales
-Sobre la importancia de rescate y preservación de las tradiciones culturales, esta próxima semana, entre el 8 y el 10, se llevará a cabo en París la 8ª Asamblea General de la Convención de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco, que es la norma encargada de la salvaguarda y respeto del patrimonio inmaterial mundial. De acuerdo a esta norma, se entiende por “patrimonio cultural inmaterial” los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural. Nuestra educación debe velar por la preservación de la riqueza cultural del planeta.
-En los últimos meses, hemos tenido la tristeza de despedir a varios docentes e insignes internacionalistas. El último de ellos ha sido el apreciado profesor Antonio Montilla Saldivia, exdirector de la EEI-UCV, donde hizo larga vida académica y donde compartimos constructivas experiencias en mis tiempos de estudiante y luego de docente. Quedan su ejemplo de prolífica bonhomía y su grato recuerdo.
Héctor Constant Rosales