El pasado jueves 3 de septiembre comenzó a llover duro en el sector. Los vecinos empezaron a escuchar cómo sonaba una vivienda de unos tres pisos y volvió la angustia
Irene Castillo y Jonathan Serrano tenían todas sus cosas del hogar embaladas. Alertas, esperando que pudiera pasar lo peor. Por la lluvia, su casa tenía cinco días crujiendo como galleta. La vivienda de al lado también estaba muy débil. El sonido les alertaba que en cualquier momento podían derrumbarse. Hasta que pasó.
En la calle principal de El Encantado, en el sector Santo Niño de El Campito, en Petare, desde hace un poco más de dos años las puertas dejaron de encajar y las ventanas se aislaron. Siete casas se cayeron durante el año 2019 y más de 60 familias quedaron con la incertidumbre de saber dónde van a vivir. Las viviendas, que estaban construidas una pegadita a la otra, alcanzaron 30 centímetros de separación.
El jueves 3 de septiembre comenzó a llover duro en Santo Niño. Los vecinos empezaron a escuchar cómo sonaba una vivienda de unos tres pisos, que justamente estaba al lado de la casa de Irene. Volvió la angustia, en medio de la ausencia de soluciones por parte del Estado.
La primera alerta fue el viernes, cuando se cayó parte de la casa de la señora Flor. Unas horas más tarde fue Protección Civil y le quitó un pedazo de pared para tratar de contener el riesgo. Le dijeron que no la tocara más, la casa estaba que se derrumbaba. Ella volvió a entrar para terminar de sacar sus cosas. En eso, se cayó completamente y afectó la de su vecino.
“Justamente estaba entrando su hijo, le cayó un pedazo de cemento en la cabeza y ahora anda con una venda”, relató Irene a un equipo periodístico del portal Crónica.Uno.
La familia de Irene se preparó para lo peor. El pasado domingo 6 de septiembre, la lluvia era fuerte, con brisa, escampaba y al rato volvía a llover. En la noche, los vecinos decidieron no entrar a sus casas. El sonido de las paredes los espantaba. Casi a las 10:00 pm, el último ruido fue cuando se reventó la calle, colapsó la vivienda grande y tumbó la casa de Irene. La acera se levantó, las rejas se estamparon contra el piso rodeadas de escombros.
“Mi hija sufre de convulsiones con o sin fiebre. Anoche casi convulsiona, me imagino que por todo el estrés por el que estábamos pasando”, lamentó Irene.
Irene y Jonathan tienen 10 años viviendo en Santo Niño junto con sus hijos, de 10 y 5 años. Antes de que su casa se desplomara, las paredes tenían grandes grietas con testigos aéreos que pusieron los bomberos en una época para medir el corrimiento del terreno. “Ahorita siento miedo, no sé para dónde me voy a ir”, dijo entre lágrimas en una llamada telefónica.
Luego de un largo suspiro, Irene contó que en la Alcaldía de Sucre hay un papel pegado que dice que ya se solucionó el problema del barrio Santo Niño y las familias fueron reubicadas. “Eso es mentira”, afirmó, y dijo que algunos vecinos no tuvieron más remedio que irse a un refugio en Turumo, pero se regresaron a casas de conocidos porque vieron que había incluso personas con sarna.
“Son más los que están aquí que en el refugio. Ese lugar no tiene condiciones para recibir a nadie y menos ahorita que tenemos este virus”, agregó la mujer.
Entre los vecinos de Santo Niño han sido muy solidarios. Han cedido parte de sus viviendas a las familias que se quedaron sin hogar o les prestan pequeños espacios para que al menos puedan guardar parte de sus cosas. Justamente, este lunes 7 de septiembre, Irene amaneció en casa de un amigo de la zona, pero no sabe por cuánto tiempo podrá estar ahí.
En otro sector de Petare llamado Campo Rico están pasando por una situación similar. El pasado domingo 8 de agosto al menos ocho familias de la zona perdieron sus casas luego que la estructura de una vivienda colapsara, según reseñó el portal El Pitazo.
Promesas incumplidas
En septiembre de 2019, representantes de la Gobernación del estado Miranda acudieron a la zona con la promesa de ayudar a los vecinos. Todos se reunieron en casa de la señora Flor y les aseguraron que en 15 días los iban a buscar a Santo Niño para que vieran unos apartamentos que presuntamente entregarían en Guarenas; les pidieron “paciencia”. Siguen esperando que los vayan a buscar.
Uno de los representantes ofreció a los propietarios que derrumbaran sus casas. No aceptaron. “Yo solo derrumbo mi casa cuando tenga la llave de la otra en la mano”, comentó en noviembre el señor Oropeza, habitante de la zona.
En los últimos años, Irene perdió muchos electrodomésticos, tuvo que desocupar cuartos porque se inundaban con la lluvia. Durmió con el miedo de escuchar el crujir de las paredes. Así como ella, están el resto de las familias en Santo Niño.
Hasta el año pasado, los vecinos estimaron que las familias afectadas eran alrededor de 60, luego de un censo que organizaron para saber el alcance de la problemática. Con la nueva casa de gran tamaño que se derrumbó, se sumaron a la lista nuevas viviendas que estaban en buen estado. Ahora también están agrietadas. Creen que ahora puedan ser 300 familias en riesgo.
La única pista que tienen en Santo Niño sobre por qué ocurrió el desplazamiento de la tierra es por un bote de aguas negras que empieza desde el barrio Brisas del Zulia, y alcanza la escalera 5, la calle El Mango y la principal de Las Flores, hasta Santo Niño, en la parte alta de Petare.
Los vecinos están muy preocupados. Muchos se dieron cuenta de que no solo las casas agrietadas están en riesgo, sino que al caer una va a afectar a otra, y así sucesivamente. En Santo Niño están cansados de no recibir respuestas.
Mariana Sofía García / Crónica.Uno