El 11 de septiembre pasado conmemoramos 47 años del sangriento golpe de Estado contra el gobierno de Salvador Allende y la Unidad Popular en Chile. Con ese golpe de Estado el imperialismo norteamericano y la burguesía chilena no solo destruyeron una experiencia política que trató de construir el socialismo por la vía de la institucionalidad de la democracia burguesa, sino que implantaron el modelo de la ortodoxia neoliberal a sangre y fuego, por medio de la dictadura fascista que encabezó el general Augusto Pinochet durante 17 años. Modelo económico y político que todavía sufre hoy el pueblo chileno, después de 30 años del retorno a una pretendida «democracia», tutelada y represiva.
El imperialismo tiene más de 20 años tratando de destruir la Revolución Bolivariana, aplicando distintas recetas que le funcionaron en otros países, incluyendo en Chile entre 1970 y 1973, para derrocar los gobiernos del Comandante Supremo Hugo Chávez, primero y del Presidente Obrero Nicolás Maduro, después. Entre el Chile de aquellos tres años en la década del 70 y la Venezuela de los últimos 21 años, hay semejanzas y diferencias. Entre las semejanzas, la más importante es que ambas experiencias nos planteamos construir el socialismo en paz y con democracia, solo que en nuestro caso, trabajamos arduamente para superar la democracia burguesa representativa y construimos una democracia de nuevo tipo: protagónica y participativa, basada en el ejercicio directo del poder por parte del pueblo, para lo cual se ha construido un tejido muy importante de organizaciones del Poder Popular.
Otras diferencias sustantivas son la existencia de una férrea unidad del pueblo, de la FANB y -la gran fortaleza de la revolución- la unión cívico militar, que no ha sido agrietada, a pesar de la agresión imperialista que ha golpeado duramente la economía nacional y la cotidianidad de las venezolanas y venezolanos. Eso se explica por una creciente conciencia política revolucionaria de nuestro pueblo y de sus organizaciones políticas y sociales, junto a una institucionalidad democrática vigorosa que se fortalece diariamente.
El desarrollo del cronograma que nos conduce a las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre, es una muestra más de la vitalidad de la democracia bolivariana, que ha derrotado -otra vez- la contraofensiva imperialista que quiere llevarnos a la guerra y la destrucción para apropiarse de Venezuela y nuestros recursos naturales. Los venezolanos y las venezolanas optamos por la paz y la democracia protagónica, con justicia y con soberanía. El 6 de diciembre de este año lo volveremos a decir al mundo con nuestros votos. Seguimos venciendo.
Eduardo Piñate