En el evangelio de Juan, capítulo 8, versículo 12, Jesucristo nos dice: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.
El Padre Santo ama tanto al ser humano, que envió a su Hijo Unigénito al mundo para que pudiésemos reconciliarnos con Él a través de la muerte sacrificial de Jesús, ser salvos y gozar de la vida eterna.
Jesucristo vino a sacar al hombre de las tinieblas en las cuales lo ha colocado el pecado de Adán.
“Levántate, resplandece, porque ha venido tu luz y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, oscuridad las naciones, más sobre ti amanecerá Jehová y sobre ti será vista su gloria y andarán las naciones da tu luz y los reyes al resplandor de tu nacimiento”. Isaías capítulo 60, versículos 1 al 3.
Este texto del Antiguo Testamento predice la llegada del Mesías, el nacimiento del Salvador del mundo, la aparición de Dios Hombre en la tierra, para llevar las buenas nuevas de salvación y el perdón de los pecados a todo aquel que lo recibe en su corazón.
Jesucristo es la luz que necesitamos en este mundo tan lleno de la oscuridad del pecado.
Él nos espera con los brazos abiertos para recibirnos con amor, compasión y perdón.
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo”, versículo 29, capítulo 3 del libro de Apocalipsis.
“Este es el mensaje que hemos oído de Él y os anunciamos. Dios es luz y no hay ninguna tinieblas en Él”, versículo 5, capítulo 1 de la Primera Epístola de Juan.
Ser cristiano no es profesar una religión, es tener una relación personal con Jesucristo como Salvador y Señor de nuestra vida.
Dios te bendiga y te guarde, hasta el próximo encuentro con La Palabra de Dios.
Lic. Beatriz Martínez (CNP 988) beaperiodista@hotmail.com