Miles de peregrinos se reunieron este martes 13 de octubre con mascarillas para una peregrinación anual en la explanada del santuario católico de la ciudad de Fátima, en el centro de Portugal, cuyo acceso fue limitado.
Para garantizar la distancia social y evitar la propagación del coronavirus, los organizadores fijaron un cupo de 6.000 fieles, pero finalmente asistieron solo 4.000, según dijo a la AFP un portavoz del santuario.
De pie, de rodillas o en bancos plegables, ocuparon casi todo el recinto al aire libre que, en tiempos normales, puede albergar hasta 300.000 personas.
Según la tradición católica, la Virgen María se apareció cerca de Fátima a tres jóvenes pastores seis veces en 1917: la primera, el 13 de mayo y la última, el 13 de octubre. En la primera peregrinación del año (en mayo), se cerró el santuario a los fieles.
Luego, tras el levantamiento de las restricciones sanitarias, los fieles se congregaron en masa para la peregrinación del 13 de septiembre sin distanciamiento social, lo que llevó al santuario a cerrar sus puertas.
Las restricciones puestas en marcha este martes son el resultado de “una actitud necesaria y responsable ante las limitaciones de la pandemia que ha cambiado radicalmente la vida de toda la humanidad”, subrayó en su homilía el obispo de Setubal, José Ornelas, quien presidió las celebraciones desde el altar montado en la explanada. “Es tranquilizador porque las distancias están bien definidas”, dijo Delphine Ligan, una marfileña de 60 años que va a Fátima anualmente desde hace una década.