Cómo profesional de la seguridad siempre me preguntan: ¿Existen algunos tips de seguridad que garanticen mi protección ante los delitos más frecuentes? La respuesta es no.
En primer lugar, los riesgos que conllevan los niveles de inseguridad en nuestro país, si bien pueden reducirse de manera significativa, no se eliminan totalmente.
Por otra parte, más que tips a ser memorizados como la tabla de multiplicar, lo que se busca es desarrollar hábitos de seguridad, conductas preventivas que el individuo internaliza y desarrolla conscientemente, es decir, una cultura de prevención.
En ese aspecto, cada recomendación, aunque valiosa, varía de importancia y efectividad dependiendo de varios factores internos y externos a la persona, como por ejemplo su edad, estado de salud, ubicación de su residencia, requerimientos laborales, cantidad y edades del grupo familiar, entre otros.
Existen si, consideraciones que pueden tenerse presentes y que por su carácter general y sencillez de aplicación son las más recomendadas. Aunque la lista puede hacerse muy extensa, comparto con ustedes algunas de ellas:
El ciudadano común tiene una influencia insignificante sobre las motivaciones del delincuente para llevar adelante sus acciones. Tampoco puede actuar sobre el acceso a las armas de fuego, vehículos, medios de comunicación y otros recursos.
Para que el criminal cierre lo que se conoce como el triángulo del delito, necesita de la oportunidad para actuar. Allí usted es el factor clave de éxito, ya que en la inmensa mayoría de los casos e inconscientemente, el ciudadano facilita las acciones al no mantener presente la prevención en su vida diaria.
La tecnología es una excelente aliada que cada vez tiene más participación en los temas de seguridad, pero sólo con ella no es suficiente. Son numerosos los casos de delitos que ocurren en instalaciones donde la inversión en tecnología ha sido significativa, pero en las que el personal de seguridad no está debidamente preparado, no existe una cultura de prevención, las normas están desactualizadas o son inexistentes o la infraestructura presenta serias debilidades. Pensar que entre más dinero se le asigne al tema, más protegidos van a estar personas y bienes, es un error. Hoy más que nunca la seguridad altamente efectiva se debe lograr mediante el uso racional de los recursos, los cuales deben generar un retorno de la inversión tanto cuantitativa como cualitativamente. Para ello, la improvisación no contribuye en absoluto, por lo que los análisis y estudios previos de riesgos son fundamentales. Recuerde, la seguridad no es gratis y la inseguridad implica pérdidas que, en oportunidades, no pueden ser reparadas.
Del manejo prudente de la información puede depender que usted sea o no víctima. Hoy en día no son solo las paredes quienes tienen oídos. También están en las computadoras, los teléfonos móviles, las redes sociales, esa panadería donde cada día se detiene a tomar café, el salón de belleza que frecuenta, los puestos de comida rápida en las “calles del hambre”, los centros de trabajo y los conjuntos residenciales. La ostentación no sólo puede manifestarse mediante objetos de alto valor, así que analice primero lo que vaya a comentar sobre usted, a quién y dónde lo hace.
El delincuente siempre va a identificar y atacar al eslabón más débil dentro del grupo familiar. Aunque de manera natural estos pueden ser los niños y adultos mayores, toda persona que se mantenga ajena al cumplimiento de las normas y al desarrollo de los hábitos, contribuye a exponer al resto. No sólo se trata de manifestar preocupación por la inseguridad, hay que ocuparse de la misma.
Para concluir le recuerdo que los delincuentes se mantienen en un estado de cambio permanente, es decir, desarrollando nuevas modalidades para llevar a cabo con éxito sus actividades. De allí la importancia de mantenerse informado y actualizado de cómo contrarrestar esas modalidades. Aunque para su protección, los aspectos relacionados con las tecnologías, normas e infraestructuras son necesarios, siempre su actitud como individuo será clave para efectivamente, minimizar la posibilidad de ser víctima.