Larry Schiller, el fotógrafo que captó a Marilyn Monroe desnuda en la piscina durante un descanso del rodaje de su última película «Something’s got to give», reedita el libro en el que cuenta su relación con la actriz, que le abrió el camino de la alfombra roja de la fama y su paso a la historia.
La actriz rodaba una secuencia en la piscina, al terminar, se quitó el biquini y posó desafiante a las normas de la época.
«No se desnudó ante mí, se desnudó ante el mundo. Sabía cómo manejar la publicidad, era una mujer muy inteligente», dice en una entrevista con Efe Larry Schiller, que reedita «Marilyn & Me» (Ed. Taschen).
«Sabía que con esas imágenes saldría en todas las revistas del mundo», era su manera de demostrar al estudio lo que valía.
Fue la actriz quien le propuso hacer este posado para eclipsar a una Liz Taylor que en esa época atravesaba por un momento rutilante, tras el rodaje de «Cleopatra».
Las fotografías de la protagonista de «Gentlemen Prefer Blondes» (Los caballeros las prefieren rubias) se vendían a 150.000 dólares (unos 125.000 euros), mientras que una fotografía de Liz Taylor y Richard Burton había alcanzado el millón. Pero, «Marilyn pensaba que era mucho más estrella que Liz».
Algo en lo que Schiller (Nueva York, 1938) le da la razón, cincuenta años después. «Hoy se recuerda más a Marilyn que a Liz Taylor», ha señalado en un diálogo virtual, en el que asegura que en la inocencia que desprendía la actriz radicaba gran parte de su atractivo; eso y los momentos más trágicos de su vida.
Aunque el fotógrafo afirma de manera modesta que hay fotos mejores de la actriz, lo cierto es que la combinación de todas esas imágenes hacen que su figura permanezca en la mente de todos. Son, además, el último posado de la actriz, aunque reconoce que la manera «trágica en la que murió» tiene mucho que ver en su mitificación.
Schiller define a Marilyn Monroe como una mujer aventurera, que se hizo así misma tras una infancia difícil; que supo vivir «la vida intensamente».
Una vida llena de «contradicciones», donde la fama, de la que a veces quería huir, se alimentaba de sus matrimonios, como -relata- cuando se casó con la estrella del beisbol Joe DiMaggio.
«Por la calles les perseguían cientos de personas», a la fama de uno se sumaba la del otro. «Él era posesivo y no toleraba que todo el mundo se volviera loco por estar cerca de ella y conseguir un autógrafo».
El fotógrafo apunta que su segundo marido, el escritor Arthur Miller, siempre intentaba profundizar en su mente para «entenderla y descubrirla», sin embargo, ella no aceptaba esa «intrusión». Todo se acabó entre ellos cuando leyó el guion de «The Misfits» (Vidas Rebeldes) que la reunió con Clark Gable y Montgomery Clift. «Sintió que había transgredido su intimidad».
«Quería mantener la dualidad entre Marilyn Monroe y Norma Jeane», sabía quién y cuándo tenía que ser una o la otra, según explica el fotógrafo.
Cuando supo que había fallecido no lo podía creer, un momento en el que percibió lo efímero de la vida, «lo fácil que es estar en un momento y al siguiente no». Había estado con ella el día anterior, «preguntándole si quería hacer otras fotografías».
El día en el que murió no pensó que se tratará de un momento histórico, «el asesinato de Kennedy sí lo fue». Sin embargo, su percepción cambió cuando en el décimo aniversario de la muerte de la actriz no dejaron de sucederse artículos que la recordaban.
«Fue en esa fecha cuando por primera vez publique todas mis fotografías con ella. Un momento en el que me di cuenta de la longevidad de su legado», asegura Schiller.
La retrató en varias ocasiones, instantáneas que le han dado fama y fortuna, pero cuando realizó esas fotografías, en 1962, Schiller ya era un reportero reconocido. En 1959 había ganado el Premio a la Mejor Fotografía de América por la imagen del expresidente norteamericano Richard Nixon después de perder las elecciones que ganó John F. Kennedy.
Su archivo de más de 15.000 imágenes atesora la fotografía del presunto asesino de John F. Kennedy, Lee Harvey Oswald, minutos después de ser capturado. «Una imagen que lo dice todo». Además de otra histórica del líder sudafricano Nelson Mandela.
«Marilyn me trajo más fama y desde luego longevidad. Esas imágenes fueron tierra firme para mi legado», dice el fotógrafo de revistas como «Life», «Playboy» o «Time», mientras muestra algunos de sus trabajos a través de su portátil.
Es el autor de imágenes reconocidas, incluso con una «mejor composición». Buster Keaton, Barbra Streisand, Alfred Hitchcock, o Paul Newman y Robert Redfort jugando al ping pong son algunas de las más famosas.
«Paul Newman me impresionó más que nadie en el mundo», dice sobre el actor al que fotografió en cinco ocasiones. Una persona que califica de generosa, «pensaba más en otros que en sí mismo».
Schiller dejó de hacer fotografías en 1976. Su último trabajo fue retratar a Muhammad Ali en el Campeonato Mundial de los Pesos pesados en Manila (Filipinas) contra Joe Frazier, un momento en el que el cine ya había llamado a su puerta.
«Cogí todas mis cámaras de entonces, las vendí y me dediqué a hacer películas», concluye el director de «The Executioner’s Song» (La canción del verdugo) o «American Tragedy», entre otras.