Por Redacción Cactus24 -24 abril, 2021
José Ángel Torres, de 56 años había sido deportado tres veces a México y cuando estaban a punto de expulsarlo por cuarta ocasión pudo confirmar que realmente había nacido en California y no al otro lado de la frontera, en Baja California, como le hizo creer la pareja mexicana que lo crió como si fuera su hijo biológico.
La vida de Torres parece sacada de un guion cinematográfico: él pensaba que era un inmigrante sin papeles y por ello tuvo empleos donde le pagaban en efectivo y temía a los operativos del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE). Tres veces lo expulsaron a México, entre 1997 y 2010, por meterse en líos judiciales y por los posteriores reingresos a California sin autorización.
“Fue difícil. Toda la vida estuve escondiéndome, solo yendo del trabajo a la casa”, relata Torres en una entrevista con Univisión Noticias.
Todo dio un giro cuando Juana Torres, la mujer que lo crió, confesó unos años antes de morir que no era su madre biológica y que él había nacido en California. Le dijo que conoció a su verdadera madre mientras trabajaba en el campo. Tenía 19 años y no sabía qué hacer con su embarazo. Juana, quien no podía tener hijos, le imploró que no abortara, que le diera al bebé en adopción y le ofreció pagar los gastos del parto.
Dos días después de que el niño nació se lo entregó en Mexicali, Baja California. En un hospital del norte de California lo habían registrado como José Ángel Pagán, porque era el nombre del abuelo materno. En México le dejaron ese nombre porque así se llamaba el padre de Juana Torres. Solo le cambiaron el apellido y desde entonces lo conocieron como José Ángel Torres.
“Se fue la señora y nunca más supieron de ella. Y mi suegra nunca le dijo nada a mi esposo, quizás porque le daba miedo cómo iba a reaccionar”, contó la esposa Torres, Rosa Sotomayor.
Torres y su nueva familia se quedaron en Mexicali hasta 1967, cuando tenía dos años. Cruzaron ilegalmente la frontera, llegaron a Riverside y más tarde se mudaron a Calipatria, ambas en California. Es decir, vivió 54 años como indocumentado. El secreto se desveló cuando Juana le entregó a su nuera los documentos de adopción en los cuales se mencionaba que los verdaderos padres de su hijo eran ciudadanos estadounidenses, como él.
También le dio el acta de bautizo, que certificaba que su madre biológica volvió a Baja California un año después de la adopción porque hacía falta su firma para el trámite eclesiástico.
Unos años después, Rosa Sotomayor emprendió una investigación de más de una década que la llevó a hurgar en iglesias de Mexicali, un hospital del Valle de San Joaquín, bibliotecas con registros públicos y varios domicilios en el norte de California donde había vivido la madre biológica, Englentina Loya.
La búsqueda se aceleró hace cuatro años, cuando agentes de ICE se presentaron al trabajo de Torres para arrestarlo y deportarlo por cuarta ocasión. “Ya me iban a sacar otra vez. Vinieron por mí al trabajo, iba a agarrar un café cuando me detuvieron los de ICE”, relató él.
Lo tenían bajo custodia cuando su esposa contrató a la abogada de inmigración Esther Valdes y le entregó los documentos de la adopción. “Ya lo iban a deportar. Presenté esos documentos y lo soltaron dos horas después”, dijo Valdes. “Pero no fue un proceso automático, tuvimos que rastrear por todos lados”, agregó.
Uno de los hijos de Torres buscó en Ancestry.com, la empresa de genealogía más grande del mundo. Allí encontró una fotografía de Englentina Loya, lo cual le permitió encontrar un perfil de Facebook. El dueño de la cuenta tardó una semana en responder el mensaje que le escribió en privado. Respondió hasta que le mandaron otro contándole que estaban a punto de deportar a Torres y que necesitaban verificar su identidad.
Los otros familiares de Torres relataron que lo estuvieron buscando por varios años y que no solo tenía un hermano mayor, sino otras cinco medias hermanas. Contaron que habían pasado muchos veranos buscándolo en parques y en escuelas de preescolar de Calexico, cerca de la frontera con Mexicali. Con el paso de los años fueron perdiendo las esperanzas de volverlo a ver.
La madre biológica escribió una carta diciendo que siguió buscando a su hijo por varios años y no lo quitó de su testamento”, compartió Rosa Sotomayor.
La carta que redactó Englentina y su testamento (en el cual indicaba que el paradero de su hijo José Ángel era «desconocido»), así como pruebas de ADN que se hicieron los hermanos de Torres, se agregaron a la evidencia que presentaron ante funcionarios del Departamento de Estado, el Centro de Visas y los Servicios de Ciudadanía e Inmigración (USCIS).
Mientras avanzaba ese proceso, José Ángel viajó el 4 de julio de 2019 a San José, en el norte de California, para conocer a sus hermanos y sobrinos. “Lo aceptaron con los brazos abiertos. Hicieron un letrero que decía ‘It’s a boy’ (Es un niño), como si fuera un recién nacido”, contó emocionada Rosa Sotomayor.
“Se hizo una comida, tomaron fotos, hubo abrazos. Al otro día lo llevaron al panteón para visitar la tumba de su madre biológica”, continuó ella.
A pesar de la evidencia, el USCIS rechazó este trámite el 4 de febrero y reactivó el proceso de expulsión a México. Su conclusión preliminar era que este hombre pudo haber robado los documentos de otra persona. “Dijeron: vamos a negar el caso, lo vamos a deportar”, señaló la abogada Valdes.
Pero esa decisión dio un viraje unos semanas después y finalmente aceptaron que continuara la naturalización. A principios de abril, Torres fue reconocido como ciudadano estadounidense en una ceremonia que se realizó en la oficina del USCIS de San Diego.
“Aún no podemos creer que después de tanto tiempo al fin podemos vivir a gusto”, menciona la esposa. “Lo único triste es que José estuvo varios años sin poder trabajar y solo le pagaban en efectivo. Y se perdieron muchos años sin aportar al Seguro Social (su plan de retiro)”, lamentó ella.