Juan D. Villa Romero
La crisis política y social que atraviesa nuestra Venezuela acarrea graves consecuencias en la vida diaria de nuestro pueblo.
A la deficiencia de productos básicos, combustible, medicamentos, agua, electricidad, gas y aseo urbano, se une la degradación imparable del transporte público. Un gran ejemplo de ello es el sistema Metro de Caracas, que está sufriendo las consecuencias de la desidia, abandono y la impericia técnica, situación que se refleja en su pésimo funcionamiento.
El suburbano se remonta a 1983 y era uno de los más avanzados de Latinoamérica, motivo de orgullo de la ciudadanía que hoy observa con preocupación la funesta transición que ha experimentado este servicio.
Simplemente el hecho de bajar las escaleras de las estaciones, intentar acceder a los andenes y abordar los trenes ya muestra que la situación es decadente y dista de ser ideal.
Se incumplen las medidas básicas de higiene y, más aun, de bioseguridad para evitar la propagación de la pandemia por el Covid-19. Hay taquillas de atención al público y ventas de boletos abandonadas por el personal, máquinas expendedoras fuera de servicio y en la mayoría de las estaciones no se da cumplimiento al cobro del servicio. Sin contar que el precio del pasaje es casi simbólico, unos 50.000 bolívares, que a la fecha, solo representa 1,60% del precio de un dólar.
La gran mayoría de las escaleras mecánicas están desmanteladas, se evidencian fallas de iluminación, cámaras de seguridad averiadas, rieles oxidados y superficies con filtraciones, como es el caso del techo de la salida al Centro Comercial Chacaito que está severamente roto.
Una situación que redunda en el interior de las estaciones y trenes, es que están sin aire acondicionado, muy sucios, dejando muy atrás esos tiempos cuando las instalaciones del sistema estaban relucientes, en óptimas condiciones y presumían tanto de la puntualidad de los trenes, el aseo y las bellas obras de arte que adornaban sus paredes.
Las averías y accidentes en los trenes son cada vez más frecuentes, porque los mismos no reciben la atención preventiva y correctiva necesaria. Cuando se producen problemas técnicos en el sistema Metro, los usuarios se ven obligados a llegar fuera de tiempo a sus trabajos o salir en búsqueda de transporte superficial.
La escasa oferta de trenes provoca que en cada vagón se acumulen muchas personas que tienen un espacio mínimo y donde los carteristas, aprovechando las montoneras, intentan sacar provecho. Y es que, además de ser víctimas de la delincuencia, los usuarios también son víctimas de la contaminación por Covid-19 que genera viajar en espacios aglomerados.
Una situación que ha ido empeorando con el tiempo y que muestra con toda su crudeza cómo se ha erosionado la vida de los caraqueños en los últimos años.
Debo recordarle a las autoridades competentes que el Metro es un sistema de transporte esencial, más en estos tiempos de crisis; por ende, es urgente reimpulsarlo y preservarlo sin dilaciones, porque perderlo hoy sería sumamente caótico, no solo por la falta de combustible -que golpea de un tiempo para acá el desempeño del transporte superficial- sino que no se da abasto para atender la múltiple demanda que requerimos los caraqueños para movilizarnos. Basta ver cuando se paraliza el transporte superficial, así sea por horas, para darse cuenta del caos.
Para finalizar, desde Unidad Visión Venezuela, queremos hacerle un llamado directamente al presidente Nicolás Maduro para que tome cartas en el asunto. Nosotros hace tres meses consignamos una misiva con propuestas puntuales tanto al ministro del Transporte como al presidente del Metro de Caracas y, hasta ahora no hemos recibido respuesta ni hemos observado mejoras en el funcionamiento del subterráneo.
Juan D. Villa Romero
Secretario Juvenil
Unidad Visión Venezuela
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