La capital japonesa despidió este 8 de agosto 17 días de pura emoción en una ceremonia de clausura que pone el broche de oro a unas Olimpiadas pospuestas y que fueron calificadas como las «más extrañas» de la historia.
Los Juegos se desarrollaron sin espectadores y los atletas participantes no podían salir de la Villa Olímpica.
Para cerrar este capítulo de la historia olímpica, este domingo los fuegos artificiales iluminaron el Estadio Olímpico de Tokio.
Pero antes de ello, su puesta en escena se enfrentó a la oposición local. Justo antes de la ceremonia de clausura, alrededor de 30 manifestantes se enfrentaron con la policía en las inmediaciones del recinto.
El cierre oficial de los Juegos contó con la participación de bandas de ska, breakdancers y ciclistas de BMX y culminó con los atletas dándole las gracias a los tokiotas a través de gestos de corazón con las manos.
En el segmento de apertura llamado «un mundo de aplausos», revivimos la emoción de los Juegos Olímpicos con un video que repasa los 17 días de eventos y competencia.
«La atleta venezolana Yulimar Rojas fue estrella absoluta de esa recopilación»,
Los Juegos de Japón terminaron con la misma falta de emoción que les han caracterizado y un tono sobrio obligado por la pandemia, que lo ha marcado todo.
Los japoneses se esforzaron por generar ilusión y el entusiasmo de los atletas -su esfuerzo, sus victorias, sus caídas y sus grandes gestos de compañerismo- sin duda fue lo más destacado, también en los videos de recopilación que se emitieron en el evento, hechos a medida para el público que nunca hubo: el que vio la ceremonia desde sus casas.
Claramente el acto estaba pensado para todos ellos: había numerosas partes que ni siquiera sucedían en el propio estadio y el relevo de París -con una perfecta coordinación y una celebración francesa mucho más animada y cercana que la que tenía lugar en Tokio- fue un duro contraste y un recordatorio más de lo inéditas que han sido estas Olimpiadas.
Con la hospitalidad que les caracteriza, los tokiotas se despidieron con un «arigato» en letras relucientes, colocadas a ambos lados del coloso; un sentido «gracias» que sin duda también debe suponer un respiro para los huéspedes.