Las características políticas, económicas y sociales en Venezuela, han favorecido a la alteración de los métodos delictivos tradicionales. De allí los ciudadanos se ven obligados a tener apreciaciones diferentes en cuanto a su entorno, especialmente los tipos de delitos que se hacen formales e informales en zonas tanto públicas como privadas.
Por otra parte, todo indica que, en nuestro país, el comportamiento navideño tradicional, tendrá variables, como ya conocidas desde el año 2019 con el comienzo de la pandemia o mejor dicho con la propagación del Covid-19 y sus múltiples mutaciones.
Cabe mencionar que uno de los más importantes es el acceso y la adquisición de combustible en nuestro territorio nacional, es fácil reconocer que la movilidad entre ciudades se ha convertido en un tema impredecible y conflictivo, sin nombrar el tema de los costos implícitos, las fallas en los servicios públicos y las vías de acceso; por tal motivo hace que exista escasa operatividad, funcionabilidad y eficiencia en el servicio del transporte, sea público o privado, terrestres, marítimo u/o aéreo.
A raíz de las innumerables movilizaciones de las personas en la época decembrina ha dado inicio a los diferentes delitos, tales como: robos, hurto, secuestros, falsificaciones y estafas, de las cuales tienden a aumentar, ya que, a diferencia de otros años, el poder adquisitivo es mayor y muchos prefieren invertir en ciertos equipos. Los teléfonos celulares reconstruidos o falsificados son vendidos como originales generando enormes ganancias. Otra opción es ofrecerlos a precios extraordinariamente atractivos, solicitar el pago mediante divisas o transferencias bancarias y luego desaparecer. La suplantación de identidad y la venta de euros y dólares, aunque no es un modo nuevo, también se incrementa ante la actitud excesivamente confiada de quienes pasan a ser víctimas.
Aunque existe un informal toque de queda nocturno que se nota en la soledad de las principales ciudades del país, diciembre es sinónimo de celebraciones…y eso el delincuente lo sabe. No se trata de decretar un duelo navideño sino de celebrar considerando nuestra realidad y el sentido común. Preferir locales con facilidades de ingreso y estacionamiento, consumo responsable de bebidas alcohólicas, hacer propagación del evento sólo a los interesados y seleccionar horarios diurnos son algunas de las sencillas opciones que minimizan riesgos.
Los hurtos hormiga siguen su ritmo ascendente en los comercios y empresas. En el primer caso las medidas de control, aunque pueden proyectar resultados optimistas en cuanto a detectar a los responsables, se encuentra con una larga serie de trabas burocráticas que, en no pocos casos, restituye al culpable a su puesto de trabajo. En cuanto a los comercios, todo tipo de mercancía es atractiva y cada vez más adultos mayores, niños y mujeres son los protagonistas de estos actos delictivos. El factor común en ambos casos es la impunidad, que se convierte en aliciente para el delincuente y en un factor que impacta la efectividad de los sistemas de seguridad.
La cada vez mayor circulación de euros y dólares no sólo se transforma en una oportunidad para el hurto y el robo convencional. Ante la ausencia de opciones formales que permitan mantener ese efectivo a buen resguardo, las oficinas y las residencias, se han convertido en pequeños bancos. Por eso no es de extrañar que se incrementen los casos de ciudadanos que sean interceptados y llevados a sus hogares, no para desarrollar el secuestro rápido y mucho menos de larga duración. Se trata de “abrir las puertas” para llevarse todo lo que esté al alcance. Las víctimas por lo general son seleccionadas por el uso poco reservado del efectivo al momento de efectuar pagos por servicios y compras. Es el lamentable alto costo que pagar por la ausencia de medidas de prevención y la ostentación. Es irónico e ilógico que en Venezuela las entidades financieras tengan un riesgo de robo considerablemente menor a una residencia.
Las residencias se han convertido en un blanco especialmente apetecible para los criminales. La mayoría de los equipos alimentados por energía eléctrica, que allí comúnmente se encuentran, por lo general tienen elevados costos y no necesariamente son difíciles de transportar. Televisores, equipos de sonido, microondas, computadoras, impresoras, teléfonos celulares e inalámbricos, son algunos de los bienes que luego se venden en el mercado negro por una parte de su valor generando rápidas ganancias. Si los delincuentes se transportan en motos y en el inmueble permanece algún vehículo, aprovecharán para incluir en el botín objetos de mayor tamaño y peso. Y es que hasta los alimentos ahora forman parte de la lista. En varios casos de hurtos, las despensas y neveras han quedado vacías.
Así mismo, los delincuentes se han adelantado en implementar métodos algunos ya conocidos, y otros frutos de su creatividad, porque se ven obligados a adaptarse a las nuevas circunstancias para que “sus negocios” puedan seguir adelante. Por tanto, es conveniente estar atentos y tomar las medidas de prevención que minimicen la probabilidad de ser víctimas del delito.
Subestimar la inteligencia del delincuente, creernos inmunes, asumir una actitud despreocupada, considerar la seguridad un asunto de los demás, hacer de la rutina un hábito y no ser elemento activo de la comunidad laboral o residencial se traducen en oportunidades para el criminal.
Adolfo Gelder
@adogel
t.me/seguridadintegral