«¡Entren ahí, hagan algo!». «¡Los están matando!». «¡Péguenle un tiro de una vez!». Estos eran los gritos de «cinco o seis» padres, contó uno de ellos, Juan Maldonado, que llegaron hasta a la escena de la última matanza escolar en el colegio de primaria Robb, tan pronto como la página de Facebook de la escuela anunció que habían sellado las instalaciones por un tiroteo.
Uvalde es un pueblo pequeño de 16.000 habitantes. Algunos de estos padres vivían en los alrededores de la escuela y solo tuvieron que cruzar la calle. La policía ya rodeaba el colegio y les impidió entrar para buscar a sus hijos. Fuera, mirando al edificio, escucharon los estremecedores disparos con un escalofrío. Sus hijos estaban siendo asesinados en ese momento.
«¿Pero no se dan cuenta de que son niños, que no saben defenderse?», le gritaba uno de los padres al policía que le impedía entrar, según el vídeo que ha circulado en las redes sociales. «¿Por qué no entran y hacen algo?», le increpaba frustrado. «¡Porque tengo que encargarme de gente como tú! ¡Échate para atrás!», bramaba el agente mientras le empujaba con el cañón del rifle. «Vale, vale», decía, una mujer. «Nosotros nos vamos para atrás, pero entren a sacarlos».
Policía admite que fue un error no entrar
En una rueda de prensa, el director del Departamento de Seguridad Pública de Texas, Steven McCraw, reconoció que no derribar la puerta y esperar a que llegase el conserje con la llave fue una «decisión incorrecta» y culpó de ella al máximo responsable policial que en ese momento se encontraba en el colegio.
Según contó McCraw, después de haber oído múltiples disparos en el aula y que estos ya solo se dirigieran a la puerta cuando los agentes trataban de acceder, el citado jefe interpretó que ya no quedaba nadie con vida dentro salvo el agresor.
Esta interpretación le llevó a decidir cambiar el protocolo de «atacante activo» a «sospechoso atrincherado», por lo que en lugar de derribar la puerta y entrar a la fuerza exponiendo a sus agentes a los disparos del agresor, optó por esperar a que llegase la llave y los refuerzos con el equipamiento adecuado.
«(El jefe policial) consideró que había tiempo y que ya no había más niños en peligro. Obviamente, sí que los había y el atacante seguía activo. Fue la decisión incorrecta y no hay ninguna excusa que valga», reconoció McCraw.
Las 21 víctimas mortales del tiroteo se encontraban en la misma aula, pero cuando la Policía finalmente logró acceder, también halló en ella a niños con vida.
Las llamadas de alerta a la Policía se produjeron incluso desde dentro del aula por parte de algunos alumnos.
Durante la hora en la que la Policía esperó los refuerzos y no realizó ningún intento de entrar al aula por la fuerza, había 19 agentes en el colegio.
Tras entrar en el aula, Salvador Ramos —tal y como ha sido identificado el agresor— cerró la puerta por dentro y disparó indiscriminadamente contra los alumnos y las maestras.