El rastro de muerte todavía se nota a las afueras del estadio de fútbol de Kanjuruhan en Indonesia. Las autoridades han revisado la cifra de muertos, dejándola en 125 de los 174 anunciados incialmente, fallecidos debido a la ira y el caos que reinó después de que los seguidores del Arema, tras perder, decidieran comenzar una espiral de violencia que alimentó una mortífera estampida para salir del estadio.
La mayoría de las víctimas murieron pisoteadas y asfixiadas. Hay otro centenar de heridos ingresados en hospitales, 11 de ellos en estado crítico.
«Lamento profundamente esta tragedia y espero que esta tragedia futbolística sea la última en nuestro país y no haya más tragedias como esta en el futuro», ha señalado el presidente del país, Joko Widodo
Los disturbios se extendieron fuera del estadio, donde al menos cinco vehículos policiales fueron derribados e incendiados.
La policía justificó el lanzamiento de gas lacrimógeno contra las gradas, diciendo que ya habían hecho otras acciones preventivas que no habían servido. Los gases lacrimógenos están prohibidos por la FIFA en los estadios