Un niño y cuatro adolescentes de Falcón estaban entre medio centenar de personas cuyo rastro se perdió cuando intentaron llegar al Caribe Neerlandés. Sus casos no solo revelan las inconsistencias del Estado en la búsqueda de los migrantes desaparecidos, sino el drama de los menores que arriesgan la vida por buscar otro futuro, así lo reseñó Crónicas del Caribe.
Alexander González estudiaba tercer año de bachillerato en un liceo público de Coro, estado Falcón. En su tiempo libre le gustaba jugar fútbol, escuchar música, practicar barbería con sus vecinos y mecánica con las motocicletas de sus parientes, pero sobre todo le agradaba pasar tiempo con su abuela paterna, por quien sentía una especial afinidad.
Estaba a punto de cumplir 15 años de edad, pero en casa aún le decían el Nene, un apodo familiar que le pusieron durante la vida infantil que no mucho antes había dejado atrás. González aspiraba celebrar su cumpleaños junto con su padre que se había mudado a Curazao. También soñaba con instalarse en esa isla, ubicada a 159 kilómetros de las costas de Falcón, donde pensaba que tendría un mejor futuro que en su natal Venezuela.
El 7 de junio de 2019, abordó una embarcación pesquera capitaneada con la intención de concretar esa aspiración, a pesar del cierre de fronteras ordenado por el gobierno de Nicolás Maduro ese año. La nave desapareció después de zarpar y el muchacho y los demás pasajeros con ella.
Dolor y fe
Yenifer Rivero, su madre, cree que el adolescente falleció, pero no deja de aferrarse a la posibilidad de que un milagro traiga a su hijo de vuelta a casa. “Donde quiera que esté, Dios lo va a traer de regreso”, dijo en entrevista para este trabajo.
González forma parte de un grupo de cinco niños y adolescentes de Falcón que desaparecieron en ese hecho de 2019 y en otro sucedido el 17 de marzo de 2020 en circunstancias semejantes: luego de zarpes clandestinos desde las costas falconianas en embarcaciones que pretendían llegar al Caribe Neerlandés.
Sus casos ilustran lo que ha sucedido con una cantidad indeterminada de infantes y jóvenes cuyo rastro se ha perdido en distintas rutas migratorias, en el contexto del gigantesco éxodo de más de 6,8 millones de migrantes y personas en necesidad de protección internacional originarias de Venezuela, que según datos de Naciones Unidas han salido del país como consecuencia de una crisis que la organización multilateral ha calificado de emergencia humanitaria.
Las historias de González, de Jackeisson Gómez, de 16 años; Albert de Ventura, de 17 años; y de los hermanos Kristian y Sebastián Calatayud, de 17 y 10 años de edad; fueron reconstruidas a través de entrevistas directas con sus parientes para este trabajo.
Sus casos fueron identificados entre los de 50 desaparecidos que dejaron ambos naufragios. Para ello se depuró una base de datos sobre las víctimas cuyos resultados fueron sometidos a verificación con consultas de primera mano con 30 familiares, incluidos los de los menores de edad sobre los que trata este reportaje.
Los relatos de los parientes de González, Ventura, Gómez y los hermanos Calatayud reflejan las desesperanzas de las familias y de los niños y adolescentes con respecto a sus condiciones de vida en Venezuela; revelan el estado de desesperación en el que cayeron tras conocer la noticia de las desapariciones y también muestran la incertidumbre que tienen con respecto a los esfuerzos sin resultados de las búsquedas de los desaparecidos por parte del Estado. Cuentan que atraviesan un duelo inconcluso que les ha cambiado las vidas para siempre.