Grandes ventanales reciben a quienes van llegando al punto de encuentro. Pero nada prepara al espectador para la sorpresa que se llevará en el momento del ingreso. Una rampa al aire libre comunica entonces al ciudadano común con los profesionales y campeones sobrevolando bajo techo. Un impresionante tubo de aire rodeado de cómodas gradas con sus respectivos pufs –para comodidad de los visitantes- se erige como centro de un universo en donde la ansiedad, la sorpresa, el vértigo y la admiración convergen para darle sentido a la coreografía aérea que se está llevando a cabo justo en frente.
Entra uno y sale otro. Entra un tercero y un cuarto, sale un segundo. Es así de rápido y, al parecer, así de sencillo.
«Es difícil aprender a volar como los profesionales que se encuentran aquí. Sin embargo, solo se necesita tiempo. La dedicación y la habilidad trabajada lo son todo en este deporte», señaló Giancarlo Trimarchi, director de Caracas Fly y uno de los creadores y fundadores del proyecto.
El proyecto fue llevado hasta las mentes, ojos y manos expertas de destacados ingenieros de la Universidad Simón Bolívar. «Queríamos levantar una réplica de alguno de los túneles que estaban activos y operando en otros países. Gracias a Dios no se dio ese plan porque hoy en día la tecnología nos hubiese tragado vivos», añadió. «Hemos evolucionado demasiado y por eso llegamos al punto donde estamos hoy».
El túnel
Los túneles de viento mueven aire en una columna vertical dentro de un tubo cristalino, lo cual permite practicar el vuelo corporal, un término dentro del paracaidismo que significa permanecer o moverse dentro de un flujo de aire; una modalidad que ha ganado popularidad en los últimos años.
«Es exactamente un simulador de caída libre; el flujo de aire es –literal– el mismo al que estamos expuestos al saltar de un avión. Esto nos permite entrenar en menos tiempo todo lo que hacemos outdoors», describió su creador.
Un buen túnel, según el paracaidista, necesita buena potencia y buen flujo de aire. Que no haya ápice de turbulencia y eso solo puede proveerlo la tecnología. «Compramos la mejor por esa misma razón. Es tecnología española; exactamente la misma que usan en Madrid Fly, en España», recalcó Trimarchi.
«Con esto, tenemos la visión de ser el túnel de viento de referencia a nivel latinoamericano. Para llegar a conseguirlo, nuestra función es transmitir y poner en todo lo que hacemos nuestros valores: pasión, implicación y compromiso», expresó.
«Todo el mundo tiene derecho a cumplir un sueño: volar. Además, este túnel hará que la comunidad de paracaidistas en Venezuela sea nuevamente reconocida en el mundo», declaró. «Yo le doy un par de años hasta que eso ocurra, pero ya la gente de afuera está viniendo. Se corrió la voz como pólvora y aquí hemos tenido profesionales del salto en caída libre que vienen desde Colombia, Rusia, Brasil, Estados Unidos y Francia», agregó.
Simulacros y entrenamientos
El concepto es simple: cuatro potentes motores que, usando unas hélices para mover el aire, generan una corriente vertical ascendente que permitirá al usuario volar. Con tumbarse sobre esta corriente se puede flotar sobre el viento y vivir la excitante sensación de libertad sin riesgos, sin aviones, sin paracaídas o largos cursos. El túnel de Caracas posee 4.5 metros de diámetro y 20 de altura.
Con pocos minutos de preparación y la supervisión constante de instructores de vuelo certificados, se puede aprender y disfrutar.
«Esperamos unas 240 personas por día en total», añadió Giancarlo Trimarchi.
El precio para volar por primera vez es de $20. Esto incluye dos vuelos, es decir, dos entradas al túnel. Cada entrada es de 1 minuto 15 segundos y cada persona usará una braga y un casco especiales. Además, los acompañará un instructor que nunca se separará de su lado; la inducción se hace antes y durante la experiencia.