Vestida completamente de rojo, la megaestrella Rihanna ofreció este domingo, en el descanso del encuentro del Super Bowl entre Kansas City Chiefs y los Philadelphia Eagles, su primer concierto en siete años en una acrobática y sensual actuación mostrando su nuevo embarazo.
Para esta retransmisión, vista por más de 100 millones de espectadores, la artista de Barbados que en mayo pasado fue madre de su primer hijo, cantó media docenas de canciones, entre ellas «Bitch better have my money», «We found love», «Work» o «Diamonds» en una celebración de su catálogo, como ya había anunciado.
Subida en una de las varias plataformas suspendidas por arneses que sobrevolaron el State Farm Stadium de Glendale (Arizona) y arropada por decenas de bailarines vestidos de blanco en otras plataformas y en el suelo, lo más comentado fue la barriga que dejó ver el buzo abierto desde la cadera y un cinturón que acentuaba su embarazo, confirmado por sus representantes.
La estrella del pop espera su segundo hijo.
El pasado jueves en una entrevista con Apple Music, patrocinador del espectáculo, aseguró que había aceptado el reto porque quería mostrar sus raíces caribeñas y representar a inmigrantes y mujeres negras.
Rihanna justificó entonces en la revista Vogue que no podía ser «una vendida» ni una «facilitadora».
Desde que dejó los San Francisco 49ers en 2017, el jugador no volvió a ser contratado por ningún otro equipo.
Además de Rihanna, que lanzó su último álbum Anti en 2016, las marcas comerciales también han vuelto por sus fueros, llegando a pagar de 6 a 7 millones de dólares por 30 segundos por tener un lugar en este gran escaparate televisivo, el mayor de Estados Unidos.