HUSBY. Desde hace tiempo Suecia ha sido un bastión de generosa seguridad social y una cultura política igualitaria. Así que muchas personas se sorprendieron cuando decenas de jóvenes lanzaron piedras a la policía y prendieron fuego a automóviles durante disturbios en varias áreas pobladas por inmigrantes cercanas a Estocolmo esta semana.
Pocos discuten que la violencia probablemente comenzó porque la policía mató a un anciano que se había encerrado en un apartamento y que blandía un cuchillo. Pero algunos residentes de la zona acusaron a la policía de responder a la violencia con racismo.
Para algunos, la verdadera razón de los disturbios es la alta tasa de desempleo y el aislamiento de los jóvenes en los suburbios del oeste y el sur de Estocolmo donde se produjo la violencia, quienes ven poco futuro para sí o poco acceso a la prosperidad de Suecia.
«La segregación en Estocolmo aumenta todo el tiempo, y está sucediendo rápidamente», dijo Nina Edstrom, antropóloga social que promueve la integración en un centro de multiculturalismo en Fittja, donde se produjeron algunos actos de violencia. «Hay diferencias sociales muy grandes. Hay muchos jóvenes desempleados y frustrados. No me sorprende que suceda algo así», dijo.
Sin embargo, Edstrom añadió que sería un error considerar a los jóvenes que participaron en los disturbios como activistas políticos.
En general, alrededor de 15% de los 9,5 millones de habitantes de Suecia nacieron en el extranjero, en comparación con 10% hace 10 años. Los inmigrantes provienen en su mayoría de países en guerra como Irak, Somalia, la antigua Yugoslavia, Afganistán y Siria.
Tan solo en 2012, Suecia aceptó a 44.000 solicitantes de asilo, un aumento de casi 50% respecto al año anterior.
Durante los disturbios, Sebastian Horniak, de 15 años de edad, dijo que vio a la policía disparar tiros de advertencia al aire y llamar a una mujer «mono».
Quena Soruco, un representante de Megafonen, una organización que representa a los ciudadanos en los suburbios de Estocolmo, dijo que escuchó a la policía llamar a las personas «ratas, vagabundos, negros».
Los disturbios en Fittja y la zona de Husby constituyen un reto para el gobierno de centro-derecha del primer ministro Fredrik Reinfeldt, que después de siete años en el poder va a la zaga en las encuestas y ha sido objeto de críticas por no abordar los problemas sociales.
Los disturbios también han servido como forraje para los argumentos del partido Demócratas de Suecia de extrema derecha, que las encuestas muestran ahora como el cuarto partido más grande de Suecia.
Malin Rising / AP