Son interesantes los movimientos políticos recientes del gobierno de Maduro, en relación con la producción de bienes y servicios, sobretodo alimentos, y en el trato de las grandes empresas de televisión comercial. Se está dando un viraje en relación con las políticas desarrolladas en el pasado por Chávez, las cuales indudablemente no tuvieron resultados exitosos, aunque esto le duela a los fanáticos de siempre y el propio gobierno no quiera reconocerlo. Maduro entendió que la crisis de abastecimiento tiene explicaciones más complejas que la del saboteo de unos productores apátridas. Quiérase o no, gústenos o no, Mendoza desnudó completamente el desastre del gobierno como productor de alimentos. La escasez estaba precisamente en las áreas donde el gobierno tenía en sus manos la mayor parte de la producción alimentaria.
El fracaso de la agroproducción, exitosa sólo en la intensa propaganda oficial, en las viejas declaraciones de Chávez y en los agresivos desmentidos de cualquier denuncia efectuada al respecto, es hoy para el pueblo venezolano más que evidente. La expropiada Agro Isleña, los gallineros verticales, las estatizadas tierras de los valles de Aragua protegidas de la vista de los curiosos, los centrales azucareros, las empresas lácteas nacionalizadas, la ruta del cacao, todas las manos a la siembre, fueron propaganda y más nada. Las empresas de producción social, sin el cariño de sus operadores y víctimas de la ignorancia y la corrupción, han sido un fracaso que ya era imposible seguir ocultando y que demandaban medidas alternas, pues la ausencia de divisas, debido a su gigantesco gasto, impide hoy recurrir a las importaciones como ayer.
El Presidente y su equipo dirigente, incluso contrariados, tienen que llamar al sector privado, lo que se hace difícil pues llevan años satanizándolo, para tratar de mantener la escasa producción existente y recuperar los niveles del pasado. Adicionalmente, Maduro y compañía se han convencido que la polarización electoral, tal y como ha venido siendo manejada, ya les es contraproducente, por lo que debe hacerse menos pugnaz, reducirse su beligerancia, para lo cual se tiene que conversar con sectores anteriormente malditos. Las conversaciones con Cisneros y Camero y luego con Globo Visión pretenden establecer nuevas reglas del juego menos beligerantes, más civilizadas, si se quiere, que reduzcan la tensión política. Por supuesto que esta nueva actitud, este giro de 90 grados, no agrada a los radicales, pues lo consideran una traición a Chávez.
Lo que habría que saber es si estos cambios son sólo electorales inmediatistas, debido a lo cercanas que deben estar las elecciones de concejales y alcaldes, para llegar a ellas en mejores condiciones que las actuales, o tienen un aliento un poco más largo. Aunque el interés es principalmente en el área económica productiva y en los medios grandes televisivos, no es de extrañar que algunos acuerdos tengan que ser extendidos al sector laboral, aunque no necesariamente tocarán a las fuerzas políticas de oposición, pero sí a los aliados, quienes podrán ver un poco más de luz que la que les permitió Chávez en 15 años. Ante estos cambios, el discurso opositor confrontador puede quedarse rezagado.
Luis Fuenmayor Toro