A mi padre Laureano Torrealba, revolucionario de verdad que fue preso político, perseguido y desterrado…
El señor que me acompaña en la gráfica es un padre, un padre venezolano. Un padre que luchó a abrazo partido por sacar adelante a sus hijos. De esa época en que era un orgullo criollo el definirse como “pobre, pero honrado”, este padre con esfuerzo, trabajo honesto y mucha dedicación logró que sus hijos salieran adelante.
Sabias palabras orientadoras
Cuando la niña se le graduó de bachiller tuvo una conversación con su padre, buscando orientar su vocación. La joven en principio se sentía inclinada a estudiar letras, literatura. Pero la palabra paterna la convenció del riesgo que significa en un país como el nuestro poner a depender el diario sustento de una carrera humanística. De esa conversación nació la decisión de la muchacha de transitar el camino del Derecho, de la Justicia.
El consejo de este padre llevó entonces a la ya señorita a ingresar en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Andrés Bello, estudios que culminó con éxito. El orgulloso padre pudo ver como su hija se transformó en abogado litigante, primero, y luego observó como su búsqueda de justicia la llevó a convertirse en una servidora pública destacada, llegando a desempeñarse activamente como consultora jurídica de la antigua Policía Técnica Judicial, aquella “petejota” tan prestigiosa que hasta los malandros respetaban. Expertos en resolver “cangrejos”, la PTJ venezolana fue modelo e instructora para que en muchos países latinoamericanos surgieran policías de investigación criminal. En una institución de esos kilates, la hija de este padre se desempeñó durante ocho largos años de servicio público.
Pulcra carrera judicial
Tan eficiente fue su labor en esa institución que cuando en el año 2001 la ya experimentada mujer de leyes tuvo la posibilidad de ingresar como juez provisoria a la carrera judicial, la PTJ -ya para entonces denominada CICPC- no le aceptó la renuncia y la mantuvo vinculada en “comisión de servicio”, resignándose a dejarla ir sólo cinco años después, en la ocasión en que logra por concurso convertirse en titular del cargo tras presentar rigurosos exámenes, toda una hazaña en estos tiempos de “justicia bolivariana”, en que la inmensa mayoría de los jueces son provisorios.
Para este padre el que su hija fuera juez era todo un orgullo. Y más orgulloso estaba de que el vehículo más modesto del estacionamiento del Palacio de Justica fuera el pequeño “Corsa” de su hija, el primer carro que ella logró comprarse en su vida, precisamente con el incremento que en sus ingresos significó el magro sueldo de juez. Quizá por haber tenido el padre que tuvo, quizá por haber tenido la formación católica que recibió, quizá por ser juez titular que obtuvo ese puesto no por “favores del partido” sino por haber ganado el concurso respectivo, lo cierto es que esta dama de la justicia siguió dando a su padre y a toda su familia la satisfacción de una bien ganada reputación de rectitud, rigurosidad y apego a la Ley. Y así fue, hasta que en un día del año 2009, tres años después de convertirse en juez titular, llegó al tribunal a su cargo un caso que todos los demás jueces rehuían.
Injusticia contra una juez
Sí. El asunto era de cuidado: Un ciudadano estaba preso, sin juicio alguno, desde hacía más de dos años y diez meses (plazo máximo de detención preventiva previsto por el Código Orgánico Procesal Penal). Tan escandalosa era la situación que el Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias de la Organización de las Naciones Unidas había calificado esa detención como ilegal y arbitraria. Los abogados del “preso sin juicio” solicitan a la juez de la causa una medida sustitutiva de la privación de libertad. Como la Constitución establece la presunción de inocencia y, en consecuencia, el juicio en libertad como norma para la mayoría de las causas penales; Como la Ley establece para las “detenciones preventivas” un lapso menor al que el “preso sin juicio” ya llevaba en prisión, y como un organismo internacional del que Venezuela forma parte solicitaba la restitución de los derechos violados a ese ciudadano, la Jueza, en ejercicio de sus atribuciones legales y constitucionales, procede a dictar una medida cautelar sustitutiva, consistente en presentación al tribunal cada 15 días, prohibición de salida del país y retiro del respectivo pasaporte.
Esa actuación de la juez desencadenó una tormenta sobre ella. El mismo día que emitió la sentencia fue hecha presa, sin orden judicial ni proceso disciplinario alguno. Pocos días después el mismo Presidente de la República apareció en cadena nacional pidiendo para la juez “30 años de prisión”. Rompiendo con la práctica usual en Venezuela y en muchos países del mundo de no recluir a jueces, fiscales o policías en las mismas cárceles en las que pagan condena aquellos delincuentes que por ellos fueron detenidos, procesados o sentenciados, por el evidente riesgo que para sus vidas tal circunstancia implicaría, esta juez fue recluida en la Cárcel de Mujeres de Los Teques, donde estaban presas muchas delincuentes sentenciadas en su tribunal. Vueltas horrendas de la vida: Ahora era la jueza la que se había transformado en “presa sin juicio”.
Venezuela mordida por la venganza
Durante casi cuatro años este padre conoció la amargura de saber que su hija anochecía y amanecía en una prisión injusta en la que su vida peligraba cada segundo. Las amenazas y agresiones fueron numerosas. Vejámenes y abusos fueron tan degradantes que preferimos rechazarlos sin mención expresa. Ver como su hija era objeto de una sistemática agresión física, psicológica, emocional y procesal tuvo que haber sido devastador para este padre. Sin embargo, junto a su hijo, junto a su nieta, junto a todo el país decente, él siguió paso a paso el calvario que la entereza moral de su hija supo transformado en cátedra de moral.
Desde 2009, el de hoy es el primer Día del Padre que este papá puede pasar abrazado con su hija. No es éste, sin embargo, un “regalo”. Es una conquista. Su hija está en libertad condicional desde el pasado viernes 14, aunque SIEMPRE debió estar en libertad plena. Y esa libertad condicional es el resultado de la fuerza moral de una mujer venezolana, y de la solidaridad que ese coraje convocó incluso más allá de nuestras fronteras. Ese padre que me acompaña en la foto es, ya lo sabe usted, Nelson Afiuni, el padre de la jueza María de Lourdes Afiuni y de Nelson Afiuni, el hijo que usualmente actúa como vocero de la familia. Hoy, Día del Padre, va nuestro saludo a Nelson y a todos los padres cuyos hijos son presos políticos, y a todos los presos políticos que, como Iván Simonovis, son padres separados cruelmente de sus hijos. La Venezuela de la justicia pronto sustituirá a este país mordido por la venganza, y ustedes estarán en la calle, en sus casas, abrazando a sus hijos y dando luz a su país.
Padres nuestros que están en la cárcel, como residentes forzados o de visita. La hora de la libertad se acerca. ¡Palante!
Radar de los Barrios
Jesús Chuo Torrealba
Twitter: @chuotorrealba