Está sobre el tapete el tema de los tres importados en el baloncesto profesional. La Federación anunció que exigirá la reducción a dos, y el desarrollo de la temporada ha generado una serie de comentarios por los comunicadores que cubren el sector, todo lo cual debe dar luces a los dueños de equipos y la comisión técnica para el momento de evaluar el campeonato y preparar condiciones para el próximo.
Será en septiembre, entendemos, cuando la LPB y su comisión técnica se reunirán para esa tarea. Sin embargo, conviene meter baza en el asunto desde ahora y llamar la atención sobre un aspecto fundamental del espectáculo, que se ha visto distorsionado en 2013.
Lo primero es que, por razones que solo conocen íntimamente en los equipos, se ha producido un auténtico desfile de jugadores extranjeros. Más de 100 jugadores han circulado por la liga, lo que lleva a un promedio sobre 10 por equipo, llevando a cifras ilimitadas lo que teóricamente es un cupo de tres.
Como de costumbre, son múltiples los motivos, entre ellos rendimiento, falta de adaptación, «escapadas» a otros certámenes, disciplina… Y habría que ver hasta dónde hay responsabilidad de quienes manejan las contrataciones (no siempre son los gerentes), pues allí caben precipitaciones en contratar, errores en la escogencia por posiciones, impaciencia…
Vale anotar, asimismo, que no todos los equipos cambiaron tan a menudo. Los dos que estuvieron arriba en la tabla, Marinos y Cocodrilos, requirieron menos ajustes, mientras otros como Trotamundos y Guaiqueríes abundaron en ellos en una larga lucha por clasificar que terminó en fracaso para los insulares, «casi» para los de Carabobo, barridos en la siguiente fase.
Estamos en desacuerdo, desde siempre, con la fórmula de tres importados que puedan actuar de manera simultánea, explicada por los equipos con la cantaleta de «mejorar el espectáculo». También se mejora si se trabaja -extra temporada- en desarrollar jugadores criollos, que significan algo especial para el aficionadol (en particular para el seguidor de una divisa) y que deben ser la mayoría en el quinteto para beneficiar precisamente la renovación del talento nacional.
Llevarlos a dos, sin suplente, sería extremo y allí sí se perjudicaría el espectáculo pues una expulsión o una tempranera carga de faltas debilitaría sensiblemente a un equipo. Los tres, con dos en cancha simultáneamente, luce la fórmula ideal.
De otra parte, los dueños de equipos deberían reconsiderar el retroceso que significa haber eliminado la presidencia ejecutiva. Después de los primeros años, cuando el «boom» que constituyó el lanzamiento de la Liga Especial, los años de esplendor de Guaiqueríes y Trotamundos, de Cocodrilos y Marinos, con sus «baches», nunca tuvo mejor época el espectáculo que cuando se despojaron del control de la organización.
En el avance del espectáculo en los últimos años tuvo mucho que ver la decisión de poner al frente alguien sin vínculos con equipo alguno en particular. Sin intereses. Como sucede en la NBA o en las grandes ligas, para citar los casos más emblemáticos donde un comisionado ejerce el control, pues hay que ver las presiones cuando se produce el inevitable conflicto de intereses.
Entendemos que al respecto no hay unidad de crieterio entre los propietarios. Como en otras cosas. A ver cómo lo enfocan.
Armando Naranjo
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