En la calle, escenario donde los tambores esparcen su ronco tronar, hombres y mujer representan danzas conocidas con los nombres de “María lava, lava”, “menea tu cumbrera”, “la jincha”, “malembe”, “rasguñao”, “el cachicamo”, “la vaca”, “ají, ají, que me pica a mí”, “la burra”, entre otras…
Jesús María Sánchez
La imagen de San Juan, ejemplo de devoción cristiana desde los días coloniales, es amada, dentro y fuera de los templos donde se le rinde culto los días 23, 24 y 25 de junio, por mujeres, hombres y niños. Durante ese espacio de tiempo, después de los oficios religiosos, los tambores, las danzas y los cantos, repican en su honor. La estampa, colocada en un altar, adornada con flores naturales y mazorcas de cacao, se tiene como reminiscencia, invocación, de un pasado donde un día, no señalado por las crónicas redactadas por sabios historiadores, se unieron en esta parte del mundo tres inmensos torrentes sanguíneos representados en el aborigen, el español y el africano, apareciendo, como producto de esa aproximación, lo que se conoce como el mestizaje cultural, dando lugar a muchísimas expresiones que nos identifican frente a los demás pueblos del mundo, entre ellas, el culto que se le rinde a San Juan Bautista, conocido también con los nombres de San Juan Guaricongo, San Juan de la Risa, San Juan Congo, Juandé, San Juan Congolé. Los honores a San Juan Guaricongo están presente en las coplas que, como herencia de primera se oyen en Barlovento.
“San Juan Guaricongo
Se puso contento
Cuando mudaron el rancho
Pa Barlovento”.
En Guatire, con acompañamiento de la curbeta y redoblante, la danza toma los nombres de bamba, corrío y redondo, mientras que las voces de los cantantes van entregando, herencia de los esclavos que se doblaban en los surcos de las haciendas de caña de azúcar, expresiones enrevesadas, que nos dicen de la notable influencia de lo africano en nuestro patio. Desde los desaparecidos trapiches, patios y caneyes, se proyectarán hacia los espacios del pequeño pueblo con su ermita en Santa Cruz de Pacairigua, los cantos que, con el paso de los años, gracias a familias cultoras de la tradición se mantienen como herencia de primera en el teatro de la cultura popular venezolana.
“Quisabe María mamuleco
E lutangue tanque yayó
E lutangue tanque yayó”
Sobre esta fiesta, asociada al solsticio de verano como los Diablos Danzantes, la Santa Cruz, San Antonio, San Pedro y San Pablo, Santa Isabel de Guía (patrona de la hacienda El Ingenio y de Las Barrancas) y Nuestra Señora del Carmen, escribe Juan Liscano lo siguiente: “… el área de difusión de la fiesta de San Juan celebrada con toques y bailes de tambor correspondía a la zona del intenso cultivo del cacao, el cual como es sabido, fue sembrado por los negros esclavos traídos de África en inmigraciones directas o indirectas. Donde hubo cacao, había negros y allí se bailaba el tambor de San Juan. Se sembró cacao en Barlovento y el Tuy, por las costas de Aragua, Carabobo y Yaracuy, por el litoral del Distrito Federal, hoy estado Vargas”. El autor antes citado, pionero de los estudios folclóricos en Venezuela, reseña que los tambores que se escuchan acompañando todo el mágico mundo que gira alrededor del baile de San Juan, son iguales a los originales procedentes de África. En Barlovento retumban los tambores redondos o cule e puyas y a su lado el pujao, el cruzao y el corrío. Juan Pablo Sojo, destacado intelectual, hijo de la villa de Curiepe, nos ofrece la siguiente pincelada del tradicional baile:
“Todo es movimiento en las calles y las casas. El tambor retumba en el espacio y el ancestro… San Juan durante los tres días de su fiesta viste hábitos rojos, color de un símbolo africano… El Mina su Curbata resuenan en el solar frente a la casa. El Santo en su altar iluminado por las velas penitentes, en medio de las primicias agrícolas, sonríe ante los ojos en éxtasis de las mujeres mestizas, indias, blancas, mulatas.” En la calle, escenario donde los tambores esparcen su ronco tronar, hombres y mujer representan danzas conocidas con los nombres de “María lava, lava”, “menea tu cumbrera”, “la jincha”, “malembe”, “rasguñao”, “el cachicamo”, “la vaca”, “ají, ají, que me pica a mí”, “la burra”, entre otras. La emoción es incontenible. Los danzantes alzan sus pañuelos rojos y amarillos. Los tambores inundan los espacios. La fiesta va desde la mañana hasta que se oculta el sol. Las voces de agradecimiento por las promesas cumplidas no se hacen esperar. La furia del baile no se detiene. Todos se contagian. En Guatire, calle arriba y calle abajo, recordando el esfuerzo de las familias que hicieron posible que la Parranda de San Juan no desapareciera, se homenajeará a Ernestina “La Ñeta” Ibarra, a Lucio Aristiguieta, a Liborio Urrutia, Esteban y Belén Liendo, a Francisco Mujica Toro, a Antonio Machado, a Víctor Regalado. Sus nombres, entre muchos otros, se atarán a hermosas versificaciones, de esas que solo se oyen en Santa Cruz en Villa Heroica.
“Vámonos sambá yayá
Ay sandunga mi San Juan.
Vámonos sambá yayá
Ayayay mi San Juan.
Sambá calamungapué
Bunga y búngara mi San Juan.”
Jesús María Sánchez