Hay hijos que se muestran desconfiados ante la nueva pareja porque temen ser desplazados. Entonces, es válido ir paso a paso haciéndoles entender, con paciencia y firmeza, que eso no ocurrirá mientras se les hace comprender que la madre o el padre, según sea el caso, necesita darse una oportunidad para comenzar nuevamente y ser feliz
Cuando se encuentran dos personas de temperamentos distintos que se casan por segunda vez o deciden darse otra oportunidad, la vida en pareja se hace más compleja de lo que es. A esto se suma que si cada uno tiene hijos de su primer matrimonio muchas asperezas pudiesen haber que lijar mientras que ellos aceptan tanto esa nueva relación como a quien será el nuevo miembro de ese núcleo familiar que pasará por un proceso de transformación.
A veces, al principio, se hace difícil porque los hijos temen ser reemplazos y ven a la pareja reciente como un intruso que va a ocupar el lugar del padre que, por diversas razones, ya no está en el hogar, pero con paciencia y firmeza se les puede hacer entender que todos merecemos una oportunidad de formar una familia que nos dé el sosiego y el bienestar necesario para seguir adelante.
1. Cada uno trae doble equipaje
Carmen se había divorciado hacía cinco años. Tenía treinta y cuatro. Era atractiva, de cabello negro largo, de ojos color café y de figura atractiva aunque no perfecta, ya que contaba con unos kilitos de más que no le sentaban nada mal. Ella había dejado a Wilfredo, a quien adoraba, un mujeriego por naturaleza que la hizo sufrir demasiado por sus constantes infidelidades.
Después de diez años de matrimonio, Carmen abandona al que creía su gran amor y se va a vivir con su madre que adoraba a su nieta. Al tiempo, conoce a Osvaldo, muy apuesto, de cuarenta y cinco años, de cabello rubio, ojos grises, de contextura fuerte, y muy dedicado en su trabajo. No obstante, por estar decepcionado en el amor, en su vida, él había tenido unos cuantos romances con mujeres que no valían la pena.
Tanto Carmen como Osvaldo habían procreado en su primera unión. Carmen tenía a Lina, de ocho años, parecida a su madre, y Osvaldo a Osvaldo José, de catorce años, idéntico físicamente a su papá, y que aún guardaba la ilusión de que su progenitor regresara con su madre para recuperar el hogar que tanto había extrañado que era incapaz de reconocerle a su padre el derecho de ser feliz con una nueva pareja.
Osvaldo y Carmen comienzan a salir para vivir una relación que les promete un buen final. Carmen nunca imaginó los problemas que iba a enfrentar debido al rechazo de Osvaldo José que, desde que ella empezó a visitar la casa donde él vivía con su padre, el hijo rebelde se convirtió en su acérrimo enemigo.
2. Espantando las conquistas del padre
La pobre de Carmen pagó bien caro los antecedentes del padre de Osvaldo José, que tenía la costumbre de relacionarse con cuanta mujercita aparecía en su camino sin importar mucho de dónde venía ni tampoco qué costumbres traía. Una a una, con inteligencia, sin que su padre le guardara rencor por ello, Osvaldo José las iba espantando acobijando la esperanza de que su papá regresara con su madre.
Claudia, una catira, de ojos claros y algo vulgar, creía que estaba en su casa permaneciendo en un hogar ajeno. Un día, el joven la sorprendió tomándose unos whiskies y fumándose un cigarro mientras que su padre ardía en fiebre. Entonces, agarró la cartera de la susodicha, recogió con rencor sus zapatos de tacón alto, la tomó bruscamente del brazo y la sacó con la mirada absorta de algunos curiosos que trataban de entender lo que estaba pasando mientras sacaban sus propias conjeturas.
A Susana igualmente la corrió sin compasión. Ella era sólo unos años mayor que él, que venía a pasar los fines de semana con su padre y aprovechaba lavar toda su ropa, cocinar para la semana y llamar a todos sus familiares del teléfono de ellos, sin dar la menor muestra de vergüenza ni de arrepentimiento.
3. Demostrando ser diferente
Ajena a sus antecesoras, sin la menor noción de quiénes habían sido las ex novias de su compañero sentimental actual, Carmen no entendía los desaires de Osvaldo José, su futuro hijastro. Cada vez que llegaba al hogar de ambos, llena de buenos deseos, Osvaldo José la hacía sentir como una invasora o como una de las mujeres que había aparecido en la vida de su padre sólo buscando aprovecharse de él, pero, en este caso, peor aún, que simulaba ser diferente a las demás y que pronto sacaría las uñas.
De igual modo, con el mismo rechazo hacia la intrusa, transcurrieron varios meses. A la semana siguiente, Osvaldo cayó en cama por una semana debido a un fuerte virus gripal. Carmen no se alejó un momento de él. Estuvo pendiente de sus medicinas y de que se alimentase lo mejor posible. Entonces, Osvaldo José comenzó a darse cuenta de que, esta vez, curiosamente, su padre había elegido bien.
Por otro lado, aunque no dejó de mostrarte cautelosa, la hija de Carmen no puso reparos a la relación de su madre con Osvaldo. Ella tenía bien claro porque su madre se había separado de su padre. Y a pesar de su corta edad entendió que todos merecen una oportunidad para formar una familia y de ser feliz.
Poco a poco, el hijo cauteloso fue tomándole cariño a Carmen mientras se resignaba a que su padre y su madre jamás se reconciliarían. Luego, terminó aceptándola como la prometida de su padre. Finalmente, él permitió que ella se transformara en una amiga incondicional a pesar de que todo empezó con la chocante situación de su padre le dijese: Te presento a Carmen, mi novia, para, luego, probablemente, dejar por sentado el pésimo gusto de su mujeriego papá. No obstante, esta ocasión, fue la excepción.
Chamos ante otra relación
*** Hay hijos que se muestran desconfiados ante la nueva pareja porque temen ser desplazados. Entonces, es válido ir paso a paso haciéndoles entender, con paciencia y firmeza, que eso no ocurrirá mientras se les hace comprender que la madre o el padre, según sea el caso, necesita darse una oportunidad para comenzar nuevamente y ser feliz.
*** En otras circunstancias, los chamos rechazan al novio de la madre, o a la novia del padre, debido a que no consideran esa pareja apropiada para él o ella. No son celos. Es más bien una actitud madura de los chamos que en vez de ignorar se debe considerar
La voz de la mujer
Isabel Rivero De Armas