Mientras el crucero Costa Concordia continúa varado sobre un costado en la diminuta isla toscana de Giglio, como un empecinado recordatorio del accidente de 2012 que costó la vida a 32 personas, el capitán del crucero de lujo comenzó a ser juzgado el martes como el único acusado en un caso que podría tardar meses o más en ser resuelto.
Francesco Schettino está acusado de homicidio involuntario, abandonar el barco y provocar el naufragio. El martes tomó su lugar en la mesa del acusado en el Teatro Moderno de Grosseto, un foro para 1.000 espectadores que se está utilizando para el juicio por ser más espacioso que la sala de audiencias de esta capital provincial de Toscana.
Se esperaba que asistieran muchos sobrevivientes y familiares de las víctimas, pero exceptuando a la prensa y un panel de jueces sentados frente a una mesa en el escenario, el teatro estaba prácticamente vacío.
Una huelga de abogados de ocho días en todo el país había generado expectativas de que el juez Giovanni Puliatti levantaría la audiencia de apertura inmediatamente después de su inicio, pero no fue así: Puliatti nombró a los abogados participantes en el caso durante casi una hora antes de levantar la sesión y determinó que la próxima audiencia se celebrará el 17 de julio.
El caso refleja la lentitud del sistema de justicia italiano. Sin embargo, lo que ha irritado a los sobrevivientes aún más es que no haya otros coacusados en el juicio, frustrando sus esperanzas de saber por qué la sofisticada nave golpeó el arrecife irregular y por qué no todos los pasajeros fueron evacuados de forma segura.
AP